Noticias recientes sugieren que hay en camino en Nicaragua algún mecanismo para aligerar la soga que está asfixiando a aquel país, y esas informaciones parecen apuntar a la figura de Humberto Ortega.

El exjefe del Ejército de Nicaragua hasta 1995, y sobre todo elemento clave para alcanzar la victoria insurreccional del 19 de julio de 1979, se encuentra en Nicaragua, y ha sostenido al menos una reunión con su hermano mayor Daniel Ortega. Si esto es así, pues es necesario hacerse preguntas. Porque las preguntas son más importantes que las respuestas. Las buenas preguntas sacuden e incomodan. Las respuestas a veces tienen la intención de confundir.

¿Se trata de un sondeo o de un intento de montar una mesa para buscar soluciones? ¿El hermano mayor de los Ortega (Daniel) ha buscado ese puente con su hermano menor (Humberto)? ¿A estas alturas Humberto Ortega representa algo y a alguien? ¿Habría que cerrarse a la posibilidad de abrir trocha en esa mesa de buscar soluciones? ¿Está fuerte o está débil el hermano mayor de los Ortega? Suponiendo que se quiere una mesa de buscar soluciones, ¿es un monólogo o un diálogo el que habría?

Con la cantidad de rehenes (entiéndase, presos políticos) que tiene el hermano mayor de los Ortega, ¿se siente fortalecido cómo para buscar un cambio de situación? ¿O es un signo de debilidad? ¿Y hay con quién dialogar en Nicaragua? ¿O habría que decir que están muertos, presos o exiliados?

Lo que ha ocurrido en Nicaragua desde abril de 2018 es una fractura grave en el plexo de la sociedad, ¿acaso el mayor de los Ortega (Daniel) está pensando en curar heridas o solo se trata de un muñequeo pragmático más mientras sigue caminando sobre la cuerda floja que va para ningún lado?

¿El menor de los Ortega (Humberto) es solo el mensajero o forma parte de algo que se ha estructurado para parar la asfixia de Nicaragua? Si es lo segundo, pues deben salir las cartas y ponerse sobre la mesa. ¿O eso que se dice que se ha movido en realidad es la momia que se despeinó?

En el terreno político nada está quieto y por eso nunca hay que dejar cerradas las puertas. Por ahora, está claro que cualquier tentativa de disensión ha sido bloqueada. Y todo lo controlable ha sido controlado. Eso no es vida en democracia, por supuesto.

¿Se busca un arreglo cupular? ¿Con eso se pretende tapar el sol con un dedo?

Si es cierto que el menor de los Ortega se anda ‘moviendo’, ¿visitará los sitios donde están los presos políticos, algunos que fueron sus antiguos compañeros de lucha, y llevará la buena nueva? Porque en este momento si con alguien hay que sentarse, para lo que sea, es con los presos políticos. Están quebrantados, se dirá, debilitados, tristes, fastidiados, enfermos, sí, todo eso y más, pero están ¡INTACTOS!, y hoy por hoy por ahí pasa la dignidad de Nicaragua.

Así que no hay que andarse con muchas vueltas y retruécanos. Con quienes hay que hablar los tienen allí prisioneros, son sus rehenes. Los han acorralado y los han humillado, a muchos les han arruinado sus vidas y las de sus familias. A otros los han dejado morir. Unos más están esperando a que se mueran. Son crueles y malvados esos carceleros. Todo eso es cierto, es la cruda realidad del autoritarismo. Pero no se equivoquen, esas mujeres y esos hombres encarcelados por sus ideas saben lo que tienen que hacer. Por eso están allí.

Si hay un plan de montar una mesa de soluciones, esta deberá tener más de cuatro patas, porque ese montón de cadáveres que se ha echado al hombro el régimen encabezado por el mayor de los Ortega, pesan. Y hacer a un lado eso sería no hablar de casi nada.

Allí está Dora María Téllez, que llegue el menor de los Ortega (Humberto) y que la ponga al tanto de la posible mesa de soluciones y se dará cuenta que de inmediato habrá una respuesta positiva. Sí, claro que sí, pero con dignidad. Porque podrán estar algunos de los presos políticos en ruina física, pero nunca en su actitud enhiesta. Allí tienen juzgado y condenado de manera absurda al obispo Álvarez. Píquenle, abran esas puertas y verán que el cielo es ‘Azul’, como lo proclamó Rubén Darío.

El mayor de los Ortega (Daniel) desde el 18 de abril de 2018 se metió por el tubo negro del que no se puede salir indemne. Arruinaron Nicaragua, pero renacerá, renacerá...