Novak Djokovic, un súper atleta del mundo del tenis, actualmente rankeado número 7 del mundo, está poniendo en peligro su exitosa carrera al cerrarse espacios en la competición mundial. Países como Australia le han negado la entrada ante la ausencia de una cartilla de vacunación. Novak Djokovic se niega a aplicarse la vacuna contra COVID-19. Su argumento para no vacunarse radica en que es libre de elegir sobre su cuerpo. “Nunca he estado en contra de la vacunación, pero siempre he apoyado la libertad de elegir lo que te metes en el cuerpo”, explicó a la BBC. Él se adhiere al individualismo filosófico.

El individualismo, o individualismo filosófico, es una corriente filosófica que afirma y defiende la superioridad del individuo frente al colectivo. El individualismo filosófico otorga una posición preferente al individuo o persona. Con el Renacimiento, surge una modalidad del ser, que vive trazando su propio camino, y gestionándose su existencia. Las sociedades individualistas son inseparables de la modernidad y la democracia. “Regala a un alemán una piedra y hará pan con ella... para sí mismo” dice un proverbio ruso.

La autosatisfacción, el narcicismo, el egocentrismo son características de este movimiento y pensamiento. Total, control sobre mi cuerpo. Argumento no solo de una sociedad que progresivamente evoca el individualismo en aras de la libertad, sino de aquellos activistas que luchan para desligarse de cadenas como el “patriarcado” y otros, pero que supuestamente defienden intereses colectivos, los derechos del individuo. La terrible pandemia del COVID-19, que estamos viviendo, nos enfrenta nuevamente ante esta disyuntiva: ¿Qué es más importante el individuo o el colectivo? ¿Debe la libertad individual prevalecer siempre ante el bienestar colectivo?

Los antivacunas, como Djokovic, tienen su origen en la antigüedad. Se remontan al siglo XVIII cuando, por ejemplo, el reverendo Edmund Massey, en Inglaterra, calificó las vacunas de “operaciones diabólicas” en su sermón de 1772: “La peligrosa y pecaminosa práctica de la inoculación”. Pero la oposición religiosa contra las vacunas fue complementada por razones políticas y legales. Así, tras la aprobación de leyes en Gran Bretaña, a mediados del siglo XIX, que obligaban a los padres a vacunar a sus hijos, los activistas antivacunas formaron la Liga Antivacunación en Londrés. La liga hizo hincapié en que su misión era proteger las libertades del pueblo que estaban siendo “invadidas” por el Parlamento y sus leyes de vacunación obligatoria. Finalmente, la presión ejercida por la liga y sus partidarios obligó al Parlamento británico a aprobar una ley en 1898. Esta eliminaba las sanciones por no cumplir las leyes de vacunación y permitía a los padres que no creían que la vacunación fuera beneficiosa o segura no vacunar a sus hijos.

El movimiento antivacunación se ha visto fuertemente rejuvenecido en los últimos años por la publicación en 1998 de un artículo en el Lancet, por un antiguo médico e investigador británico, Andrew Wakefield, que sugirió la credibilidad de la afirmación desacreditada de una conexión entre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR) y el desarrollo del autismo en los niños pequeños. Los resultados de estos movimientos antivacunas han sido devastadores para la salud pública de las naciones y del mundo, las prevalencias de enfermedades infectocontagiosas como el sarampión se han disparado en varios países del mundo, incluyendo algunos de nuestra América. Quizás el ejemplo más infame de un brote de sarampión en Estados Unidos ocurrió en 2014-2015. Se cree que el brote se originó en el Disneyland Resort de Anaheim (California) y se calcula que 125 personas contrajeron la enfermedad. Recientemente, artículos científicos, alrededor de la circulación del virus del COVID-19, sugieren que las sociedades individualistas como la sociedad occidental están más propensas a tener brotes de enfermedades infecciosas que sociedades colectivistas, como la sociedad oriental. Sabemos, que los movimientos antivacunas son característicos de sociedades individualistas, donde el bienestar del colectivo se subvierte al bienestar individual.

Individuos como Novak Djokovic, héroe de los antivacunas, libertarios insignes del egoísmo, pervierten nuestro colectivo, nuestro planeta. Narcisistas complejos que pululan en nuestras playas y nuestro ámbito político con sus selfies y fotografías de estudio, cargando bultos y ancianas, en lodazales de miseria y angustia. Esos políticos nuestros, twitteros empedernidos, de trajes impecables, mercenarios de la desgracia. Poco a poco, el pueblo dormido despierta ante tanto estímulo visual.