La región de Latinoamérica ha experimentado un aumento substancial de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas desde el inicio del siglo XXI. Brotes epidémicos de Dengue han estado afectando a la región desde el comienzo del siglo y agravándose con el paso del tiempo. A finales de marzo del 2024 la región ha reportado mas de 4 millones de casos y 1240 muertes relacionadas a causa del Dengue. En el 2009, sufrimos el embate de la influenza A H1N1, la cual duró hasta el 2010. Luego durante el 2013, experimentamos con los virus del Zika y la Chikungunya, para culminar con la pandemia del COVID-19 en el 2020.

El COVID nos demostró la vulnerabilidad extrema de nuestra región. Aunque nuestra región representa el 8.2% de la población global, reportó 80 millones de casos (10% del global) y 1,7 millones de muertes (25% del global). América Latina registra la mayor pérdida de años de esperanza de vida al nacer en 2021 frente a 2019. La escasa colaboración técnica y logística entre los diferentes países latinoamericanos durante la pandemia fue evidente, incluso en nuestra subregión centroamericana actitudes diplomáticas infantiles tratando de sobresalir como los “mejores” afectaron negativamente esta escasa colaboración, en detrimento de las poblaciones de los respectivos países afectados.
Conociendo la magnitud de la vulnerabilidad regional ante las enfermedades infecciosas, ¿qué podríamos hacer como región para prevenir otra debacle como lo ocurrido durante la pandemia del COVID-19?

El trabajo de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO), brazo regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y su plan de acción para guiar y orientar a los estados miembros en su lucha contra las enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes, basado en la información expuesta anteriormente, no ha tenido el éxito esperado. Uno de los principales obstáculos que enfrenta esta organización en su labor en el ámbito de las enfermedades infecciosas es su limitación en cuanto a relacionarse exclusivamente con los gobiernos de forma individual, lo que restringe la cooperación entre dos o más países de la región. Incluso, plataformas subregionales como el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que incluye los Estados de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Belice y Republica Dominicana; han demostrado una total incapacidad para promover efectiva y eficientemente una colaboración de los países miembros en tiempos de emergencias sanitarias. Siempre me he preguntado, cuanto les cuesta a los países miembros mantener al SICA que a través del tiempo no logra demostrar sus logros.

Nuestros países enfrentan debilidades estructurales relacionadas con la inestabilidad política, divisiones y polarizaciones ideológicas, inequidades económicas extremas, y un considerable empleo informal en mucho de ellos. Todos ellos, determinantes sociales de salud que confluyen para aumentar la vulnerabilidad relacionada con sistemas de salud débiles e incompetentes en muchos casos.

Un grupo de expertos en salud pública y enfermedades infecciosas en la región han propuesto la conformación de una estructura similar al CDC Africano para nuestra región. LATAM-CDC conformaría una plataforma regional técnica de cooperación libre de interferencias políticas. El grupo de expertos propone como los principales objetivos de esta plataforma incluirían facilitar la colaboración, compartir recursos, reforzar las capacidades de fabricación, negociar los suministros de forma colectiva y responder rápidamente a los brotes en los Estados miembros como una unidad regional aprovechando las capacidades existentes de los países y minimizando la duplicación.

Entre las funciones clave del LATAM-CDC figurarían la formación de profesionales de la salud pública, la normalización de las prácticas de Prevención, Preparación, y Respuesta ante pandemias, la mejora de las capacidades de recopilación de datos, la función de repositorio de datos y análisis de riesgos, la vigilancia regional de enfermedades en tiempo real y el aprovechamiento de tecnologías como la secuencia genómica. La gobernanza de semejante estructura debería incluir instituciones académicas, organizaciones internacionales, sector privado y sociedad civil; similar a la gobernanza del Fondo Global de lucha contra el SIDA, Tuberculosis y Malaria, que tanto éxito ha sostenido. Indudablemente para que este tipo de institución regional pudiese conformarse y sobrevivir es imperativo la exclusión de políticos e ideólogos.

Indudablemente un trabajo arduo, pero si queremos fortalecer nuestros sistemas de salud, y disminuir nuestra vulnerabilidad ante el embate de las enfermedades infecciosas, no veo otro camino.