El 5 de junio de 2021 cuando Hugo Pérez debutó como director técnico de la Selección de fútbol mayor, El Salvador derrotó de visita 7 a 0 a islas Vírgenes Estadounidense. De repente todo fue alegría y el triunfalismo comenzó a expandirse como humo. Bastaba con leer las crónicas deportivas o escuchar a la mayoría de locutores y presentadores deportivos extasiados... Ni siquiera tomamos en cuenta que le ganamos a un conjunto de islas e islotes que juntas miden 346.6 kilómetros cuadrados con una población que no llega a los 106 mil habitantes. El segundo juego era para confirmar nuestro “poderío futbolístico” al enfrentarnos en el estadio Cuscatlán a la Selección de Antigua y Barbuda a la que derrotamos 3 a 0. Por cierto dicha isla mide 440 kilómetros cuadrados y tiene una población de apenas 93 mil habitantes. Luego vinieron dos triunfos (4 a 0 y 2 a 0) contra la “potente” selección de la isla San Cristóbal y Nieves (261 kilómetros cuadrados y 48 mil habitantes).

La euforia que generó esos cuatro triunfos en el periodismo y la afición fue excesiva. Demasiado. El cierto que se jugó de manera ofensiva y vistosa, pero eran selecciones en posiciones bajísimas en el ranking de la FIFA. Selecciones débiles. Muy débiles. El exceso de triunfalismo, reforzado por el malísimo papel de la Selecta que antes dirigía el mexicano Carlos De los Cobos, opacó la capacidad de análisis y crítica. El relativo buen arranque ante selecciones de islas sin tradición futbolística nos mermó y nos hizo cómplices del fracaso posterior.

Desde aquel 5 de junio hasta la pasada Copa Oro, ha llovidomucho y las correntadas nos volvieron a poner en el lugar que merecemos. Fracasados en el fútbol. Desde aquella fecha, entre partidos oficiales y amistosos nuestra Selecta ha jugado 42 partidos, de los cuales ha ganado nueve, empatado ocho y perdido 21. Eso no tiene otro nombre más que fracaso o tiempo perdido.

La filosofía de Hugo Pérez se respeta, aunque no se comparta. Su idea de juego no es tan clara ni productiva como su entusiasmo y como nuestros deseos de triunfar. Dista mucho la realidad de las explicaciones cargadas de una retórica aburrida y justificadora. Jugamos mal y eso ni siquiera debe ser objeto de análisis porque es elocuentemente evidente. Lo que debe analizarse a conciencia es porqué hemos tocado fondo al jugar tan mal, a veces pésimo. Hasta Nicaragua (con el debido respeto a esa nación beisbolera y pugilística por tradición) se dio el lujo de ganarnos por primera vez. Ya somos la peor selección de fútbol de Centroamérica, tal vez un poco arriba de Belice, un país con 400 mil habitantes, aunque desde luego la cantidad de habitantes no necesariamente es determinante, pues Uruguay tiene la mitad de población que El Salvador y nos saca años luz en materia futbolística.
Qué alguien de confianza le diga en privado o públicamente a Hugo Pérez que un futbolista no necesariamente es mejor que otro por el hecho de jugar fuera de El Salvador o de hablar inglés. Se les agradece a aquellos jugadores de padres salvadoreños nacidos fuera de El Salvador que aceptaron venirse a “mostrar” en la Selecta, pero salvo dos o tres, no todos tienen la calidad y capacidad para jugar por la patria. En lo personal no creo que alguno de los delanteros “foráneos” que juegue de volante o delantero sea mejor que Juan Carlos Portillo o que Marvin Monterrosa. De los “repatriados” me quedo con Eriq Zavaleta y Álex Roldan. El resto son buenos, pero les falta para ser parte de la Selecta.

A Hugo Pérez creo que le falta un poco de humildad y hasta sinceridad. Los microciclos no son una apuesta efectiva si convoca a decenas de jugadores porque tuvieron un domingo bueno o porque se los recomendaron y luego los desecha. Es verdad que no hay mucho de donde escoger, a pesar del excesivo número de equipos en Primera (con ocho equipos, bien administrados, profesionales y convertidos en clubes, debería ser suficiente), pero escogidos a conciencia y con un plan de trabajo concienciado entre los equipos, jugadores y directores técnicos, bajo la tutela de la FESFUT creo que sería más acertado. Ahora que la federación de Fútbol ya cuenta con el portugués Diego Gama como director deportivo de selecciones se presenta una oportunidad de mejorar un poco la perspectiva del fútbol nacional, cuya máxima expresión es el equipo de todos. Nuestra Selecta, que hoy luce deslucida, maltrecha y sumida en depresión.

¿Por qué nuestro fútbol está tan mal? Las respuestas son muchísimas, desde la infraestructura hasta la poca o nula visión dirigencial, pasando por el poco profesionalismo denuestros jugadores y la escasísima formación futbolística, hasta llegar a nuestra idiosincrasia y biotipo y aterrizando en el poco apoyo empresarial y gubernamental, así como la crítica errada del gremio periodístico que personaliza con visión de aficionados y no de profesionales. Todavía tenemos estadios que parecen canchas de papi fútbol o potreros recién deleitados por el ganado, jugadores que se emborrachan un día antes de un partido, dirigentes que no pagan a sus jugadores y solo buscan figurar, entrenadores que para lo único que son buenos es para la verborrea, aficionados que son fanáticos malinchistas de clubes de ciudades europeas que nunca conocerán, periodistas deportivos incoherentes y un larguísimo etcétera.

Estamos mal en el fútbol y eso nos lleva a desilusionarnos cada vez que juega la Selecta. Nos gustaría ir al próximo Mundial 2026, pero el objetivo está lejos de cumplirse. Quizá ya estamos a destiempo para frenar y reiniciar la ruta.Sin embargo, cuando vuelva a jugar la Selecta en El Salvador o Estados Unidos, nos volveremos a encomendar a Dios y volveremos a gritar el Himno Nacional. El fútbol es así.