El fútbol nacional avanza demasiado rápido, desgraciadamente lo hace hacia el fondo, donde ya estamos muy cerca desde hace décadas –O quizás ya estamos en el fondo y vamos hacia el abismo-. A los aficionados nos toca vivir de las glorias pasadas y añorar lo que el viento se llevó. Por eso nuestro Jorge “Mágico” González es el sempiterno referente y nuestro orgullo chauvinista que no pasa ni pasará nunca de moda, porque no ha surgido otro futbolista salvadoreño que se le acerque ni por asomo.

Tarde o temprano Nicaragua, un país con fuerte tradición pugilística y beisbolera, donde el fútbol quizá es el tercer deporte, nos iba a ganar en fútbol. Ambas selecciones habían jugado en 22 ocasiones de las cuales El Salvador ganó 20 y en dos empataron. El miércoles de la semana pasada jugando mucho mejor los “chochos” con mucha humildad le dieron un mazazo a la Selecta Cuscatleca a la que derrotaron 1 a 0. Justificaciones para la derrota hay miles, desde algunas valederas hasta otras risibles, lo cierto es que se hizo el ridículo y nos hicieron sentir vergüenza propia y ajena. Nicaragua viene de hacer una gira por Europa donde jugó contra selecciones que disputan Catar 2022; mientras que El Salvador viene de hacer un vergonzoso papel de indisciplina en un hotel estadounidense tras un partido donde fueron “bailados” ante Perú. Hace años hicimos el ridículo con los “amaños” y no hemos aprendido nada. Más que un fútbol tercermundista estamos al nivel “cuartomundista”.

El fondo lo hemos tocado no solo con la Selecta, que más bien parece trabuco pueblerino de emergencia, sino también con nuestros “mejores equipos”. Recientemente Verdes F. C. de Belice eliminó a Platense, antes Managua F. C. eliminó al FAS. Alianza y el resto de equipos de la Primera División apenas sale de la frontera y pierden contra quien jueguen. A las selecciones del Caribe –islas de menos de 100 mil habitantes- nos cuesta ganarles, a veces nos empatan y algunas como Bermudas hasta nos ganan. A la Selección y a los equipos “profesionales” llega un técnico y se va para darle paso a otro, pero las cosas no cambian.

Precisamente no cambian porque es un problema estructural que va desde la deficiente producción de futbolistas (no hay escuelas con alto nivel formativo para todos y los niños y jóvenes se hacen futbolistas en condiciones inadecuadas); la nula profesionalización del deporte (deportistas sin una adecuada alimentación, con vicios y sin visión, equipos con deudas, sin canchas); la mala infraestructura deportiva (canchas que parecen potreros, con dimensiones inadecuadas y con muchas carencias); la idiosincrasia de nuestros futbolistas (jóvenes que se creen estrellas, que no entrenan, no cuidan su cuerpo ni su alimentación, que lo primero que hacen es tatuarse y volverse engreídos); la poca o nula capacidad dirigencial(algunos son oportunistas eventuales de corte político que buscan réditos y figurar mediáticamente, otros buscan beneficiarse del fútbol o simplemente no tienen preparación dirigencial); la inexistencia de la transversalidad del deporte en el sistema de formación educativo (en la educación formal no se fomenta el fútbol, las alcaldías e institucionesno apuntan hacia la estimulación de este deporte porque no lo ven rentable o porque no tiene capacidad de entender que en principio el deporte es salud, por ejemplo); el fenotipo y genotipo de nuestra población (nuestra contextura física es más liviana respecto a la de otras naciones y no sacamos ventaja de la herencia genética que nos hace ser “bizarros” y habilidosos por naturaleza); nuestro nivel cultural alienado por un malinchismo ingenuo (desde la afición que está alienada por los equipos europeos, hasta los jugadores que se creen Messi, Cristiano Ronaldo o Neymar, cuando apenas comienzan a jugar en las reservas o periodistas deportivos que componen el fútbol mundial y se fanatizan tanto que desde sus medios arreglan las ligas europeas. Aquí viene un extranjero hablando diferente y le hacemos reverencia); y nuestra miope visión de ver el fútbol como un deporte espontaneo (sin preparación ni planificación, esperamos generaciones como la de 1970 y 1982 que nos llevaron a mundiales).

En fin, hemos tocado fondo y no necesariamente por la derrota ante Nicaragua o ante equipos de países considerados debajo de nosotros futbolísticamente hablando. Hemos tocado fondo porque nos descuidamos y aquí todos somos culpables: Dirigentes, futbolistas, entrenadores, árbitros, patrocinadores, gobierno, periodistas deportivos y aficionados. Nuestro fútbol sigue siendo artesanal cuando el mundo lo ha industrializado. No pasamos de jugar por enésima vez con los mismos de siempre (especialmente contra Guatemala) y de ir a jugar a Estados Unidos, donde los promotores no nos invitan a jugar por buenos, sino por el mercado nostálgico que produce la Selecta y los equipos nacionales ante los millones de salvadoreños viviendo en esa nación. Vamos a aprender nada o casi nada.

Mientras en El Salvador sigan viniendo extranjeros del montón o desechados por malos; existan equipos que les deban meses o toda la temporada a sus jugadores (Chalatenango, en la actualidad); dirigentes ocasionales u oportunistas; una empresa privada malinchista; aficionados ingenuos y alienados por los equipos europeos; futbolistas que se creen estrellas o el último grito de la moda; árbitros sin la debida preparación física y emocional; entrenadores desactualizados; gobernantes interfiriendo con criterio político y no estadista; dizque periodistas deportivos fanatizados que se creen técnicos de primer nivel o críticos expertos sin fundamentos y con intereses propios, nuestro futbol seguirá ahí... en el abismo.