Lo primero, lo urgente, lo imprescindible es salir de este Cartel del crimen internacional instalado en Miraflores y Fuerte Tiuna, que por cerca de un cuarto de siglo ha degradado la nación y fragmentado el territorio venezolano. No existe argumento coherente que pueda explicar en la actualidad y a las futuras generaciones qué pasó en Venezuela; en ese periodo comprendido entre 1999 hasta el presente, donde la totalidad de las instituciones públicas y privadas fueron sustituidas por la provisionalidad, la anarquía y robo público.

No existe en la historia del continente, ni de la humanidad (quizás a excepción del caso de Camboya bajo el Khmer conducido por Pol Pot, o el periodo de la “revolución cultural” impuesta por Mao Tse Tung) un gobierno, un dirigente, haya tomado la decisión de desmantelar su territorio, diluir su soberanía, instituciones, historia, cultura, tradiciones y riquezas.

Cada tirano o dictador que ha sufrido la humanidad, ha tenido entre sus propósitos pasar a la posteridad dejando una obra tangible tras de sí, que le merezca reconocimiento de las futuras generaciones. Busque usted, amigo lector, dentro de su natural curiosidad de la historia universal o regional un ejemplo semejante al legado dejado por Chavez y Maduro, embozado en eso que denominaron Socialismo del Siglo XXI, que tuvo a punto de hacer caer a El Salvador en sus garras criminales; y miren que lo intentaron a través de Alba Petróleo, y sus cómplices de todo pelaje y colores.

Incluso dentro del mismo gremio del cual salió Chávez, el militar, se sufrió la mayor degradación de su historia, para convertirse en gangs de diferentes parcelas, la droga, la distribución de alimentos, el manejo de combustibles, el cambio de dólares, tráfico de armas, de minerales.

Hoy es una institución fraccionada, malograda, desvirtuada y avergonzada. Aquella alegría y satisfacción personal de una madre, un padre, un amigo, hermano cuando el joven informaba a la familia que iba a ser militar, a portar un uniforme que le otorgaba respeto y seguridad. Guardián de la Constitución y las leyes, custodio del territorio nacional, portador simbólico del sable de Bolívar.

Primero los llevaron a vender pollos y gallinas con el Plan Bolívar, luego administrar dinero ajeno, cargos civiles sin control, el derecho de pernada del erario nacional. Muchos, casi todos de aquel entonces, apartados, dados de bajas o ignorados. Otros perseguidos, humillados, torturados, asesinados, neutralizados, sufriendo en silencio o arriesgando su vida y familia.

Les fuera sustraída el alma de su profesión; han visto la suerte corrida por los valientes, los del pundonor, así que callan en espera de rescatar su razón de ser. De volver a la doctrina militar consona con los principios de su Constitución, idiosincrasia e historia. El sueño obligado de cambiar el actual pensum de estudio de la Academia Militar, retomar el interés nacional, la defensa de la libertad, del territorio, de la leyes salidas de un Congreso independiente y una Corte Suprema de Justicia independiente, sólida, profesional, impoluta, no convertida en el bufete del Ejecutivo y del PSUV, como lo es.

Cambiará, claro que cambiarla, de nuevo se nos presenta, quizá, la única y verdadera ocasión real que se nos ha presentado de romper con el prostíbulo ideológico y piñata internacional en que convirtieron a Venezuela, violadores de la soberanía nacional de otros Estados, operadores políticos, subversivos como diplomáticos, tal como los sufrió El Salvador, entre tantos países de la región.

Se abre la vía electoral inevitable, luego de trampas, escollos, detenciones, inhabilitaciones, la totalidad de los partidos políticos de la Plataforma Unitaria lograron finalmente un candidato unitario con opción real de triunfo, ante la gastada e impresentable gestión de una tiranía desnacionalizada, corrupta y criminal.

Lo otro, como en Ortega en Nicaragua, como lo pretende Petro en Colombia y lo pretendió Correa en Ecuador, es darle una patada a la mesa, quitarse la carpeta y formalizar la tiranía de una vez. Claro, quizá por ello, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, instaló recientemente una oficina en Caracas.