Era un día de marzo del 2020. Tres meses antes, y en plena época navideña, había asistido a una reunión en Londres para discutir la preparación global ante una potencial pandemia. Una de las principales conclusiones de dicha reunión fue que nuestro mundo se encontraba con debilidades profundas y estructurales para poder combatir con éxito un evento de dicha naturaleza. Recuerdo el sentimiento de vulnerabilidad personal, familiar y comunitario que sentí al término de dicha reunión. Miedo, mucho miedo. Por ello me atreví a contactar al editor de un periódico de alta circulación de nuestro país, al leer las declaraciones falsas y maliciosas de un político muy influyente con respecto a la pandemia del coronavirus. Sorpresivamente, dicho editor me contactó y así comenzó mi introducción con el mundo del periodismo. Mi objetivo original fue apoyar la diseminación de información basada en evidencia científica, simplificada y traducida a toda persona lectora. Después de más de dos años, mi nueva relación se llena de periodos de amor y desamor, con periodos tensos, más que todo causados, a menudo, por una insuficiente comprensión mutua.

Para algunas personas científicas e investigadoras de ciencia, les cuesta entender que el periodismo no puede funcionar de la misma manera que la ciencia. Acostumbradas, como yo, a presentar su mensaje de forma detallada y con matices y advertencias, en artículos que llevan un tiempo considerable de preparación antes de someterse a los rigores de la revisión por pares, las y los científicos pueden sentirse horrorizados ante la idea de que su investigación proporcione una historia de 700 palabras que se prepara y publica en una sola mañana. Y, por supuesto, hay muchas ocasiones en las que los medios de comunicación tergiversan terriblemente la ciencia o la convierten en algo sensacionalista, o la adaptan a las agendas editoriales. ¿Podrán estos dos mundos llegar a un acuerdo?

“Los medios de comunicación harán mejor la ciencia cuando los científicos hagan mejor a los medios” es el slogan del Centro de Medios de Comunicación Científicos del Reino Unido (SMC). Establecido en el 2002, es un tanque de pensamiento dedicado exclusivamente a tratar de acercar estos dos preciados pero diferentes mundos. SMC ha tratado de comunicar la ciencia con la mayor libertad posible, alejado de influencias de la política, las empresas o los grupos de presión. Y es que, desde la ciencia, la información producida trata en lo posible de aislarse del discurso político e ideológico. Lo interesante es que al lector común le es difícil imaginar un mundo en el cual las agendas políticas e ideológicas se encuentran ausentes. En mi nueva experiencia, he tenido personas cercanas a mi entorno, acusándome de expresar información tergiversada y alineada con incentivos económicos. En mi vida, he recibido un cinco de los medios de comunicación con los cuales he colaborado. La información científica es apolítica, pero utilizable, algunas veces, con fines políticos e ideológicos. Incluso manipulada por líderes científicos, como lo hemos visto en nuestro país, para tratar de influenciar al público en general, con mentiras maliciosas y no basadas en hechos científicos. Incluso, llegar hasta normatizar a nivel nacional algunas intervenciones médicas basadas en motivos oscuros, como la inclusión de la ivermectina en el paquete de tratamiento para el COVID-19 por el Ministerio de Salud en El Salvador.

Esta desconfianza con el sensacionalismo y la política previene a muchos científicos nacionales de incurrir en la práctica de informar al público. Y la pérdida de voces importantes, no solo para informar al público sino políticas de gobierno, muchas veces con potencial dañino a la salud pública. Durante la reciente y aún activa pandemia, la falta de participación e incluso discriminación selectiva de la comunidad científica en nuestro país, por el régimen de turno, ha sido inquisitorial. Indudablemente, transparencia en la información ha sido el enemigo, y no el virus. La tensión entre gobierno y prensa es evidente en nuestra actualidad. Y esa tensión también se traduce en las relaciones entre los medios de comunicación y la comunidad científica.

La prensa y la ciencia son dos mundos diferentes, que en muchas ocasiones no se entienden, pero como en todo matrimonio exclusivo, solamente comunicándonos llegaremos finalmente a entendernos, sabiendo que nuestra relación es importante.