No sé por qué, pero me da la impresión que en los gobiernos de esta rara izquierda sin ideología, tiránica, descocada, de las últimas décadas, la delincuencia común, incluso el narcotráfico, crece de una forma muy particular. No es que en los gobiernos de centro o centro derecha no lo haga (aunque no en todos), pero algo me huele mal, muy mal, como si fuera parte de un plan; como si estuviera redactado en algún manual.

Este fenómeno delincuencial extremo, verdaderamente desafiante, más en estos aciagas par de décadas en las que el chavismo incursionó en Latinoamérica, derramando su pestilencia desde México hasta Argentina, la delincuencia común tiene de los pelos a la población que está gobernada por la izquierda.

En parte yo lo que creo es que esa izquierda hipócrita, esa que se rasga la piel exigiendo mejoras para la gente pobre, aumento de impuestos a los ricos, que subsidian todo, pero no producen casi nada, y sus máximas figuras se vuelven millonarios, se alimenta realmente del caos en general: manifestaciones, confrontación, usurpaciones, paros, tomas, ¿por qué no utilizaría también a la delincuencia común?

Pareciera que necesitan crear zozobra en la gente para darle duro y a diario al discursito: la oligarquía, los fascistas, los poderes ocultos, lo medios de comunicación serviles y tarifados, los que perdieron sus prebendas, etc., etc. y montón de etcéteras.

Recordando al nefasto Hugo Chávez Frías, golpista irredento y el más canalla demagogo de toda la historia de la América hispano parlante, hizo de las pandillas su ejército personal. Repartió, en un acto de extrema locura y paranoia, armas en todo el país para “contrarrestar la invasión yanky”. Esa invasión, como era de suponer, nunca sucedió, pero las armas quedaron, las pandillas se convirtieron en bandas criminales que azotaron a la población que tanto juraba defender el loco aquel de la boina roja. ¡Qué desgracia para tan noble pueblo trabajador!

El éxodo de millones de venezolanos migrantes que se extiende como mancha de tinta en un tonel de agua por toda la región, no solo es por el fracaso de un sistema guiado por locos, sino también por las secuelas de ese desenfreno armamentístico. Se desataron los robos, las violaciones y la industria del secuestro, de todo tipo, desde el exprés hasta el de millonarios, se instaló con auténtica carta de nacionalidad.

Hoy en día, la herencia de ese demente es que Venezuela dejó de ser una democracia para convertirse en una tiranía sanguinaria donde las manifestaciones son rociadas a puro fuego de fusiles, y un Estado bandido, un Estado que delinque, un Estado en el cual todo el engranaje de su organización está en función de un cártel de narcomilitares en el cual, el triste y despistado Presidente, solo es un títere, un juguete, un arlequín que divierte a las masas y a la cúpula militar la cual, a la vez, funge cártel de Los Soles.

¿Cómo nos van a venir a decir, en esas circunstancias innegables, que sus problemas se deben a la oligarquía fascista pitiyanky? Este caso espantoso de Venezuela con un gobierno de izquierda no es el único. El gobierno de Morena liderado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es bastante parecido.

AMLO no deja de dejarnos con la boca abierta y con el corazón estrujado, más a los que amamos ese país tan maravilloso. Cuando su política antidelincuencia se basa exclusivamente en “menos balazos y más abrazos”. ¿Qué diablos tiene este señor en la cabeza? La delincuencia común se desbordó y los narcotraficantes se emponderaron.

Tanto que los analistas criticaban la alianza de Felipe Calderón con el cártel de Sinaloa para derrotar a los terribles Zetas y a los Beltrán Leyva (por algo se debía comenzar), para ahora ver cómo este sujeto que los gobierna, que pasa mañana tras mañana hablando burradas en su programa en vez de ir a gobernar, un individuo que no tiene ni idea de cómo se gobierna un país, no solo no haga nada, sino que incluso protege a los narcos. Allí tiene con candado la extradición del Chapito hacia los EE. UU. ¡Sinvergüenza!

Ahora, esta semana, nos sale con otra de sus payasadas. Oigan esto: hace un llamado a los cárteles para que ellos mismos tomen la opción de vivir en paz y dejar la delincuencia. ¡Jesús del huerto! Es tan trágico, tan dramático, que no puede uno sino reírse a carcajadas. En la siguiente entrega hablaremos de los casos de Honduras y Nicaragua.