Sería lo mismo que preguntarse por qué el fútbol salvadoreño cayó al nivel de las selecciones del Caribe. La respuesta es amplia, compleja, pero sencilla de explicar.Empecemos con la calidad de los líderes, con la mentalidad de los que gobiernan y dirigen, de los que de alguna manera ejercen poder: falta de un auténtico y verdadero compromiso con el país y su desarrollo, por muy altas y nobles que sean las aspiraciones, la visión, los sueños.

En el caso del fútbol, igual, los dirigentes no tienen compromiso con el deporte, solo los llena su ego y el dinero. En segundo lugar, el recurso humano es muy deficiente. Nuestro sistema educativo en las escuelas públicas y muchas privadas, está colgado en el tiempo, es una copia y pega de información de los libros o del internet hacia la cabeza, y ahora que todo se copia de la web, ni siquiera llega a los cerebros, queda pegado en un cuaderno que al final del año terminará en el basurero. Nuestros estudiantes, si es que logran memorizar algo, esos datos solo se almacenan, pero no sirven para desarrollar el sentido crítico, la capacidad de análisis, sacar conclusiones desde cada particular punto de vista y mucho menos sirven para solucionar problemas y crear.

Mientras nuestros alumnos siguen haciendo exposiciones en cartulina, en Japón los niños están construyendo robots. El producto que saca el sistema educativo es muy deficiente. En el fútbol pasa igual, el recurso humano, el fútbolista, es pequeño, débil, mal alimentado, no corre y además tiene problemas de auto estima que se hacen evidentes cuando juegan fuera de casa. La base técnica es mediocre y su capacidad de ser diferentes, de mejorar, igual: mediocre. Por eso no hemos tenido nunca un tan solo jugador de fútbol jugando en alguno de los equipos grandes de Europa ni Suramérica, bueno, ni siquiera en México.

En tercer lugar, no existe la planificación a largo plazo, ni mucho menos la planificación estratégica para ganar la delantera con los que son nuestros principales contendientes (en el buen sentido de la palabra), como son los demás países de la región, nuestros principales socios comerciales después de los EE. UU. No hemos creado un producto o servicio que sea tan bueno que haga la diferencia y sea consumido por los demás y nos ponga en un estatus superior.

El tan halado y llevado grupo de países asiáticos llamados los tigres (no por su fiereza, sino porque es un animal sagrado o, al menos, importante en la religión que es común a todos), planificaron, se pusieron de acuerdo, se dieron la mano cerrando un trato colectivo y pusieron manos a la obra. Me refiero a sus gobernantes, clase dirigencial y pueblo de cada uno de esos países.

En el fútbol igual, comisiones van y vienen, directivas, federados, y nunca habido un plan de desarrollo. Panamá, que antes era víctima de la Selecta, ahora es una potencia del istmo que nos mira por encima del hombro, porque en los 80 se decidieron por la máxima “mejorar el fútbol panameño”, y lo lograron. Otro ejemplo, aunque se trate de voleibol. Los dominicanos también hicieron un plan hace 30 años y ahora son una potencia mundial que impone respeto.

Nuestros federativos solo les interesa viajar con las prebendas que le da la FIFA. No ven más allá del próximo viajecito.

Volviendo al desarrollo del país, en El Salvador nunca hubo una planificación, y aunque sí hubo un Plan de Nación el cual, si no me equivoco, ha sido el único intento serio de dejar por escrito, por un grupo selecto de salvadoreños, un plan para desarrollar la nación, sucedió que ningún gobierno lo llevó a la práctica, ni los areneros, ni los efemelenistas ni mucho menos el actual que tiene su propia agenda: lo que se le ocurra al sultán en la mañana.

El problema actual y que asfixia cualquier esperanza, es que quién sabe si nos podremos zafar algún día del actual presidente, y bien sabemos que el poder atonta y enamora y se niegan a soltarlo. Solo miren a los chavistas, a Daniel Ortega, a Evo Morales. No pueden, adoran estar arriba.

Lo cierto es que, aun cuando sabemos que mientras hay vida hay esperanza, no se ve por ningún lado que se pueda desarrollar el país ni económicamente (que es la base de todo), ni en nada: bienestar social, respeto a la institucionalidad, un verdadero Estado de derecho, cultura, deporte, tecnología, etc.
Ahora, por lo menos, con la destrucción de las maras, resurge la esperanza, ya se puede invertir sin ser extorsionados, pero no es suficiente si no hay un plan de nación y dependemos solo de las ocurrencias que de tanto en tanto le broten al gobernante.

Es triste, muy triste, pero es la realidad.