Muy por el contrario, a la opinión del público en general, especialistas en salud de nuestro país, incluyéndome, opinamos que el manejo técnico de la pandemia en El Salvador fue equivocado. Al igual que la información provista a la población tergiversada, voluntaria o involuntariamente.

Muchas publicaciones científicas internacionales posicionan a El Salvador como uno de los países de las Américas con mayor subregistro en la mortalidad por COVID-19: casi un 400 % de subregistro, solo debajo de Nicaragua. Es decir, el sistema de información del MINSAL solamente identifico 10 de cada 40 muertes por COVID-19. Muy a pesar de la publicidad y propaganda, especialmente a través de las redes sociales, los devastadores costes humanos, económicos, sociales y educativos de la pandemia de COVID-19 ilustran los riesgos de una preparación insuficiente. Lastimosamente, declaraciones tergiversadas y repetidas continuamente, terminan oscureciendo nuestra visión, y creando una realidad paralela que no corresponde a nuestra situación real, debilitando de esa manera nuestra capacidad de enmendar errores y fortalecernos. Para prevenir las enfermedades y muertes evitables de la próxima pandemia, y para mejorar la salud y la productividad independientemente de cuándo surja la próxima variante o microbio mortal, nuestra sociedad necesita avanzar en tres áreas: fortalecimiento del sistema de salud pública, una atención primaria robusta en el centro de los sistemas de atención sanitaria; y resiliencia de las comunidades.

Para fortalecer la salud pública en El Salvador, es esencial que se cuente con personal experto y con experiencia en la prevención, detección y respuesta a nivel nacional y subnacional. Ninguna cantidad de vacunas, medicamentos, equipos de protección y otros elementos, hará que el país sea suficientemente seguro sin el personal adecuado. Una gestión rigurosa de los programas de salud pública requiere una cultura de mejora continua de la calidad. La rapidez con la que un sistema detecta y responde eficazmente a una amenaza es la medida óptima del rendimiento.

El marco 7-1-7 para la detección temprana de brotes, la notificación y la respuesta complementa las medidas de preparación existentes, con el objetivo de identificar cada brote dentro de los 7 días siguientes a su aparición e informar a las autoridades de salud pública y comenzar el control del brote dentro del 1.er día, y tener todas las medidas de control esenciales en el plazo de 7 días. Para alcanzar este objetivo, se necesitan sistemas de vigilancia mucho más sensibles, una mayor capacidad de diagnóstico y experiencia, y una mayor capacidad de respuesta rápida. Todo ello depende de una mayor conexión entre los sistemas de salud pública y de atención sanitaria.

Una atención primaria robusta es esencial para mantener a nuestra población saludable. La clave de cualquier sistema de salud competente es la prevención. Actualmente, nuestra gente no goza de un ministerio de salud, sino de un ministerio de la enfermedad, donde el énfasis se concentra en los hospitales y no en las unidades y centros de salud. La atención primaria preparada para las epidemias es fundamental para proteger a las comunidades de los brotes de enfermedades infecciosas y promover la resiliencia de la comunidad frente a las amenazas sanitarias. Los sistemas de atención primaria necesitan una financiación sostenida, incluso para el personal y las instalaciones, especialmente en las zonas rurales y subatendidas. Una cultura de monitoreo de la calidad y de mejora continua es una característica constante de los sistemas de atención primaria más eficaces.

El reforzamiento del sistema para mejorar el rendimiento de proveedores de atención primaria, médicos-enfermeras-agentes comunitarios, es esencial en este proceso, así como su conexión con la sanidad pública. El mejoramiento al acceso, geográfico y económico del público a estos servicios, es otro componente que se tiene que atender dentro de este proceso de fortalecimiento.

La mayoría de las muertes causadas por COVID-19 se produjo en personas que sufrían de la presencia de factores de riesgo. Eran personas vulnerables debido a un estado de salud precaria. Comunidades desconectadas a los servicios de salud gubernamentales, sea por razones geográficas o económicas. Comunidades y personas marginadas al sistema de salud, sin canales de comunicación y participación. El Salvador necesita preparar su sistema nacional de salud para poder proteger a su población de la próxima pandemia. No perdamos el tiempo.