Las lluvias torrenciales que abaten al país desde el fin de semana, y la amenaza del surgimiento de una depresión tropical, parecen “la tormenta perfecta” que pone en relieve la extrema vulnerabilidad y las precarias condiciones económicas y sociales que empujaron el crecimiento de la pobreza durante el último quinquenio. El impacto es mayor por la grave crisis democrática, debido al autoritarismo que llevó a una extrema concentración de poder, creciente represión y desmantelamiento institucional que, en este caso, repercuten en la incapacidad para articular planes básicos de protección civil. El problema se complicó debido a la eliminación del FODES (Fondo para el Desarrollo Económico y Social); la inoperancia del Ministerio de Desarrollo Local; la drástica reducción de municipios (de 262 a tan solo 44). Además, estas nuevas municipalidades cargan con un extenso territorio y población, muy pocos recursos, y no han sido capaces de articular, junto a las organizaciones comunitarias, una respuesta inmediata y eficaz ante la emergencia.

Las familias afectadas por el fenómeno climático ya son damnificados de la condición de pobreza, sea del sector agropecuario profundamente lastrado por falta de políticas gubernamentales; o pertenecientes al 53% de informalidad económica del país. En todo caso, aguardan angustiados la dosis de medicina amarga de Bukele; y si se quejan, la cuota de aplicación del Régimen de Excepción. Además de la mayor debacle económica y social de la post guerra, el país padece una grave crisis humanitaria a la que se refirió el cardenal Gregorio Rosa Chávez, haciendo un exhorto vehemente a que el régimen de excepción y el sufrimiento de las familias por los frutos amargos acabe cuanto antes; y que el Gobierno reconozca los errores cometidos en el régimen de excepción, dé justicia a los inocentes y un trato digno a las personas en las cárceles, porque son personas, no son animales.

La persecución política es inocultable. El encarcelamiento el 31 de mayo de 11 veteranos de guerra y excombatientes, lideres sociales de la “Alianza El Salvador en Paz”, infundadamente acusados de actos de terrorismo, organizaciones terroristas, de supuestos atentados durante la toma de posesión (inconstitucional) de Bukele. Este hecho representa el descabezamiento de una de las organizaciones sociales con capacidad de convocatoria y movilización, críticas al régimen de Bukele. Es el pago que reciben los veteranos de guerra y excombatientes desmovilizados, con quienes Bukele, siendo candidato, se comprometió, entre otros, a elevar cada pensión de $100 a $300, darles una indemnización y a construirles un hospital. Lejos de eso, el Régimen les recortó el presupuesto, tanto al Instituto de Administración de los Beneficios de los Veteranos y excombatientes (INABVE), como al Fondo de Protección de Lisiados y Discapacitados a consecuencia del conflicto armado (FOPROLYD).

La persecución política y la represión van en ascenso. La modalidad pasó de perseguir personas representativas para intimidar, tales son los casos de personalidades como el Dr. Rubén Zamora, del Directorio Nacional de Resistencia Ciudadana; la destacada jurista Lic. Lucrecia Landaverde, que denunció las torturas y asesinato de Alejandro Muyshondt; de exfuncionarios de gobiernos anteriores falazmente acusados por financiamiento de ONG, presunto enriquecimiento ilícito y sobresueldos; hasta de prominentes empresarios por venganzas políticas o disputa de mercados.

Hoy la represión asciende a un escalón superior con la detención de los lideres de “La Alianza” que, al igual que con los “lideres ambientalistas de Santa Marta”, pretenden desarticular las capacidades de organización y movilización, para desmoralizar intimidando al resto de organizaciones sociales, mediante la fabricación y judicialización de casos y fabricar “los enemigos del pueblo”, con la manipulación mediática de presuntas pruebas. La impunidad de la represión también opera bajo el silencio de aquellos que, con conocimiento de causa, ya sea por cobardía, complicidad, conveniencia, o simple acomodamiento, bajan la mirada, callan; y a veces hacen malabares discursivos para justificarse.

Fue el pastor luterano alemán, Martin Niemöller, quien, luego de haber apoyado al nazismo y terminar preso, se volvió fuerte crítico y escribió:
“Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.
Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”