Hace unos días tuve la oportunidad de departir, en la ciudad de Santa Ana, con un par de internos de medicina. Ambos destacados en el Hospital San Juan de Dios. Uno formado en la Universidad de El Salvador y la otra, en una universidad privada. Por supuesto, la conversación gravitó alrededor de nuestras experiencias, buenas y no tan buenas, durante este importante periodo de formación médica. En un momento de la conversación pregunté: siendo la pandemia del coronavirus uno de los eventos sanitarios más importantes en la historia reciente de la humanidad, y siendo la medicina uno de los pilares principales para combatirla, ¿qué conocimientos y experiencias han aprendido? Inmediatamente, sus miradas se cruzaron, y con sus labios esbozando una mueca queriendo ser sonrisa, pero que evocaba más que nada decepción, sus cabezas se movieron al unísono en signo de negación, diciendo: ¡Lamentablemente, casi nada!

La educación médica contemporánea desde hace algunos años busca el acercamiento del personal en formación hacia oportunidades de investigación, especialmente en la nueva tendencia de la medicina basada en la evidencia. La investigación y la publicación en revistas científicas de nueva información se ha convertido en uno de los pilares más importantes para el sostenimiento y avance de las ciencias de la salud. Sin esa tendencia a fortalecer la investigación, muchos de nosotros probablemente hubiésemos sucumbido ante el SARS, de no haber sido por la prestancia y rapidez en el desarrollo de la vacuna. Deplorablemente, esa tendencia a fortalecer la investigación médica no ha sucedido en nuestro ambiente académico. En varias ocasiones, he constatado, ya sea a través de revisión curricular u observación de médicos graduados en nivel de maestría, que los programas académicos en el área de la salud destinan espacios muy reservados en la construcción de conocimientos y habilidades en materia de metodología de la investigación y áreas afines.

El estudiante de medicina y el médico graduado, sin capacitación en el extranjero, carecen de las habilidades y competencias más básicas para realizar una investigación con calidad suficiente para ser publicada en revistas científicas indexadas. Un análisis sobre las publicaciones científicas indexadas de Centroamérica -para el periodo entre enero 2000 a junio 2008 (Villegas Rojas UCR/ISI Web of Knowledge de Thomson Scientific)- encontró que Costa Rica es el país de la región con más publicaciones científicas indexadas con un total de 2,728 (41.5 % del total), siendo la Universidad de Costa Rica la institución líder a nivel de la región con el 24 %, seguida por el Smithsonian Tropical Research Institute de Panamá con el 18 %. El Salvador, con un total de 192 publicaciones en dicho periodo (2.9 % del total), únicamente superaba a Belice (1.2 % del total), muy por debajo del resto de países centroamericanos.

La Universidad de El Salvador es la institución que más investigación produjo (47 publicaciones) en dicho periodo, seguida por el Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom (13 publicaciones), Universidad Salvadoreña Alberto Masferrer (6 publicaciones), Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (5 publicaciones), Ministerio de Salud Pública (4 publicaciones), Hospital Rosales (3 publicaciones), Centro Médico Nacional siglo XXI (2 publicaciones), El Salvador Hospital (2 publicaciones) y la Fundación Antidrogas de El Salvador (2 publicaciones).

Lo interesante del caso es que en nuestro país existen 54 centros académicos de nivel universitario (https://www.altillo.com/universidades/universidades_salvador.asp), muchos con institutos de investigación y facultades de medicina, pero solamente 3 produjeron publicaciones en revistas científicas indexadas durante ese periodo. ¿Y el resto? ¿Qué hacen? ¿Por qué su profesorado y alumnado no realizan investigaciones? ¿Y si realizan por qué son de calidad indigna de publicación en revistas científicas? Las investigaciones para uso interno de la universidad y presentadas en conferencias de prensa para que sean publicados por los medios de comunicación en ningún momento constituyen evidencia científica, más bien son un instrumento de argumentación política y/o marketing para dicha institución. Es urgente que la Ley de Educación Superior promueva en las universidades del país la inversión en recursos e infraestructura dirigida hacia la investigación, especialmente aquellas con enseñanza relacionada con la salud. Así como los centros académicos deben exigir a sus docentes la publicación anual de al menos un trabajo científico en una revista indexada.