El 15 de septiembre y las fiestas patrias alusivas a la conmemoración de la independencia siempre nos conectan directamente con el cálido recuerdo de nuestra escuela de infancia; de abnegados y queridos maestros y maestras; aulas abarrotadas de alumnos en grupos de tareas; paredes con carteles, mochilas, cuadernos y libros dispersos; bulliciosa algarabía en los recreos con charamuscas y mangos en bolsa. También vienen a nuestra mente los periódicos murales, destacando imágenes de nuestros símbolos patrios, la entonación del himno nacional y el miedo a equivocarnos al declamar la oración a la bandera. El copioso sudor bajo el inclemente sol por el repaso de la marcha acompasada por la estridente banda de guerra, en sintonía de la cadente gracia de coloridas cachiporras y pulcros abanderados encabezando la marcialidad de un ordenado desfile. En este destacaban los modestos zapatos bien lustrados, gastados pero limpios, uniformes muy bien planchados, sudorosos cabellos, paredes y muros recién pintados, mientras ondeaban banderas azul y blanco agitadas por el viento.

El 8 de septiembre del año anterior, en otro contexto de mes cívico, en un elaborado y calculado discurso, alevosamente asesorado, repasado y modelado ante cámaras para tapar y eludir referencia al fracaso del Bitcoin, el presidente Bukele anunció su ostentoso propósito de reparar los cinco mil centros educativos de todo el país mediante su proyecto MI NUEVA ESCUELA. Expresó: “son 5150 centros escolares que serán remodelados totalmente, un promedio de dos por día, en doce meses vamos a hacer (reparar) 1000 (escuelas)...”, “...todo se va a cambiar, techos, el cielo falso con aislamiento térmico que reducirá el calor; vamos a tener línea blanca completa en las cocinas, el mobiliario va a ser nuevo; tendrán internet gratuito ilimitado...”.

Esta es otra fallida promesa que se encuentra oculta en la reserva impuesta al acceso de cualquier información de interés público. Hasta mayo, las autoridades de Educación anunciaron la reparación de apenas seis centros escolares. Mientras, dirigentes del Frente Magisterial Salvadoreño denunciaron durante estas festividades del mes cívico que a nueve semanas para terminar el año escolar solo han recibido el 33% del presupuesto para mantenimiento básico de las escuelas; ejemplificando que los centros considerados grandes tienen asignados 1,500 dólares anuales, de los que apenas han recibido 450; mientras, las escuelas consideradas pequeñas, de una asignación de 600 dólares anuales, apenas recibieron 200. Estos recursos están destinados para la compra de algún material didáctico, insumos para limpieza, algunos implementos deportivos y pequeñas reparaciones; ante esta carencia algunas de estas necesidades se cubren con parte del salario que voluntariamente aportan los maestros y con la ayuda de las familias de los estudiantes. Denunciaron además el severo recorte de presupuesto al PASE (Programa de Alimentos y Salud Escolar).

Los centros escolares se abaten en el abandono presupuestario, en ruinas por falta de reparaciones y mantenimiento de techos, precarios sistemas eléctricos, sin internet, sin agua potable, con calamitosos drenajes, además de desvencijados muebles y pupitres, y sin muros perimetrales, al filo del derrumbe por las cárcavas. El presidente Bukele no informa qué pasó con su promesa de hace un año de reparar las primeras mil escuelas. Mientras, su Gobierno gastó más de 230 millones de dólares en montar los Juegos Centroamericanos, un evento deportivo que otros países rechazaron por ese oneroso gasto millonario. De igual forma, en este mes cívico, se cumplieron dos años desde la imposición del Bitcoin, otro fracasado programa en el que Bukele ha dilapidado alrededor de 425 millones de dólares.

Este 15 de septiembre, la nueva promesa de Bukele fue lanzar la sexta fase del Plan de Control Territorial financiándolo a costillas del presupuesto de INSAFORP. No hay duda de que el presidente se caracteriza por “tapar un hoyo abriendo otro”. En su característico estilo, promete ampliar los programas que ejecuta INSAFORP, mientras lo despluma y desmantela, dejándole apenas 12 millones de dólares, de los 60 millones que hoy tiene de presupuesto; 30 millones van al Ministerio de Gobernación para financiar una nueva Dirección de Integración, muy parecida al engendro de la Dirección de Obras Municipales (DOM), y los 18 millones restantes irán a parar al bolsillo del Ministerio de Hacienda, muy probablemente para seguir engordando el oneroso presupuesto derrochado en propaganda y publicidad.

La mejor estrategia de prevención contra la violencia debe ser invertir en mejorar la calidad y cobertura de la educación, así como reforzar y ampliar la formación técnica y profesional desde INSAFORP, no dilapidar el dinero en propaganda y mentiras.