El Doctor Josef Mengele, obsesionado por mejorar la raza aria, practicaba la eugenesia y experimentaba con gemelos en Auschwitz. Él prefería gemelos porque era científicamente conveniente, en que tenía un control y una variable. Sus inhumanos experimentos con prisioneros judíos y romaníes le agenciaron el sobrenombre de "el ángel de la muerte”, ya que era extremadamente raro que cualquiera de los niños con los practicaba esa diabólica acción fuera visto de nuevo, cuando el Tercer Reich se derrumbaba y todos huían de los campos de concentración, Mengele se puso un uniforme de soldado de infantería y de esta manera buscó huir cobardemente de su destino con la justicia, sin embargo, los soldados rusos en su camino a Berlín tuvieron la oportunidad de identificarlo y detenerlo, pero inevitablemente decidieron dejarlos ir ya que con ese uniforme resultaban ser militares nada importantes. Es así como Mengele evitó ser capturado y en consecuencia ser enjuiciado en Nuremberg, es decir se perdió del radar de la justicia y nadie volvió a saber de él hasta después de su muerte, se supo que vivió en Buenos Aires, Argentina, y que tuvo una vida plena y feliz, con su esposa e hijos.

No obstante, de la justicia de Dios no pudo librarse, dado murió de un derrame cerebral mientras nadaba en un cañón de Brasil. No fue hasta después de que su cuerpo fue exhumado que descubrieron que era, de hecho, Josef Mengele. Esta historia simboliza el parcial fracaso internacional para llevar ante los tribunales a los responsables nazis. Algunos, como el propagandista Goebbels o el jefe de las SS Himmler, habían muerto antes de poder ser procesados en Nüremberg por crímenes contra la humanidad, y otros, como Eichmann o el propio Mengele, estaban prófugos.

Debido a esos vejámenes y atrocidades, la humanidad reaccionó de forma positiva para abrir puertas de esperanza tanto en lo legal como en la medicina, ya que se realizó el “juicio de los médicos” alcanzando siete penas de muerte, nueve de prisión y siete absoluciones, lo que sirvió para impulsar el primer código internacional de ética para la investigación con seres humanos, conocido como el Código de Nüremberg, que se publicó en agosto de 1947 bajo el principio de "lo primero, no hacer daño". Ese Código bioético se inspira en el respeto a los derechos humanos, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica.

Después de la Segunda Guerra Mundial, al evidenciar las violaciones extremas de los derechos humanos, proporcionó la motivación y el impulso para la creación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos como un esfuerzo colectivo para establecer estándares globales destinados a proteger la humanidad de abusos similares en el futuro. Determinando que todos los seres humanos nacen, libres dignos e iguales, con este precepto al hombro la humanidad avanzó de forma significativa en el resto a la vida como el máximo don que se puede recibir de parte de Dios.

Sin embargo, todo esto comenzó a cambiar cuando la humanidad abrió las puertas al aborto, como el caso de Roe versus Wade, del 22 de enero de 1973, en la que la Suprema Corte de EE. UU, falló a favor de ello y desde esa época al menos 62 millones de abortos se han practicado en EE.UU. Bajo el lema “mi cuerpo mi decisión” es decir lo llaman el derecho de la mujer de poder decidir si interrumpe o no la vida de otro ser humano que lleva en su vientre, desconociendo así, que la vida no puede ser interrumpida, dado que desde que se gesta solo hay dos saltos, uno es cuando se nace y el otro cuando se muere.

Según el Instituto Guttmacher Data Center, aproximadamente 121 millones de embarazos no planeados ocurrieron cada año entre 2015 y 2019. De estos embarazos, el 61% terminó en aborto. Esto se traduce en 73 millones de abortos por año. De modo que la industria del aborto es tan lucrativa y poderosa como lo es la industria del automovilismo o la producción de películas, por ello la agenda globalista 2030. Quiere a toda costa inducir a los niños a la malvada ideología de género. Por ello debemos de cuidar a nuestros hijos. Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él (Proverbios 22:6)