San Salvador es mi segunda ciudad, donde vivo desde 1991 y donde nacieron mis hijos. Mi primera ciudad es Olocuilta, donde nací y viví mi infancia, mi adolescencia y mis primeros años de juventud. San Salvador es la ciudad ruidosa y acelerada, que muchos adoptamos como propia y nos adaptamos a ella hasta llegarla a querer y sentirnos capitalinos aunque nuestro ombligo esté enterrado en otro sitio.

Mi primaria la estudié en Olocuilta y desde el bachillerato hasta mis estudios superiores en San Salvador, específicamente en el Colegio Divino Salvador y la Universidad de El Salvador. En 1982 era tiempos en que los adolescentes teníamos que cuidarnos para que no nos reclutara la Fuerza Armada o la guerrilla de entonces, por esa situación, ese año mi papá nos alquiló una casa en San Salvador para que no viajaramos a diario. La casa alquilada se encontraba en una esquina de la 12 calle poniente y avenida Isidro Menéndez, cerca de excine París, del excine México, de las antiguas instalaciones del Viceministerio de Transporte y del Mercado Central.

Para irme al colegio tenía dos rutas: la primera era sobre la 12 calle poniente, hasta llegar a la avenida Cuscatlán, luego tomaba la octava calle poniente para pasar por la cuesta del Palo Verde, hasta llegar al cuartel general de la Policía Nacional, pues justo contiguo a la iglesia La Merced, en el barrio San Esteban, se encuentra el Colegio Divino Salvador; la segunda ruta era irme hasta la iglesia El Calvario y desde ahí en línea recta caminar hasta el colegio. Las dos rutas me agradaban. Cuando me iba por el Palo Verde, me gustaba pasar frente a los prostíbulos, donde aquellas mujeres semidesnudas me piropeaban, a veces con palabras vulgares. Por la segunda ruta me sentía muy cómodo, porque la capital libre de ventas en las calles y avenidas, era una ciudad hermosa que daba gusto recorrer.

En estas recién finalizadas vacaciones volví a la esquina donde viví en 1982. La casa que era de dos plantas ya no está, pues se cayó en uno de los terremotos y en su lugar hay una nueva edificación. Los excines México y París dese hace décadas dejaron de funcionar y aunque ya antes había pasado por estos lugares nunca lo hice con la nostalgia y el deseo de esta vez. El desaparecido cine México, fue el primero que conocí. Ahí ví el “estreno” de “La Choca” con el actor Gregorio Casal. El excine París y el también ya desaparecido cine Izalco, fueron los recintos donde un grupo de adolescentes de la 12 calle poniente, motivados por la curiosidad y los cambios hormonales, fuimos a ver las películas para adultos.

En aquellos tiempos San Salvador estaba limpio de ventas en las calles, avenidas y pasajes del centro histórico y sus alrededores. Todo mundo hablaba de la quinta avenida como la única zona llena de ventas y donde las “cachadas” estaban a la orden del día. La tercera avenida (sur y norte) y la séptima avenida comenzaban a ser ocupadas por los vendedores. En general y salvo esa zona, San Salvador era una ciudad holgada. Había áreas como el mercado No. 5 (o mercado de Plátanos), hoy mercado Sagrado Corazón, donde se dificultaba un poco el tráfico, pero la capital era transitable, ordenada y muy arquitectónica.

En un santiamén, por inconsciencia o apatía de los gobiernos locales, San Salvador pasó a ser un mercado a cielo abierto, donde el centro histórico dejó de ser una espacio de calles y avenidas de libre tránsito vial y peatonal, para ser un espacio sitiado por champas y negocios de todo tipo, caldo de cultivo del hampa y del desorden. Repentinamente pasamos a ser la capital más desordenada del Centro América. Gobiernos locales llegaron y se fueron sin presentar propuestas de solución. Algunos ofrecieron el garrote como solución, pero olvidaron el contexto social: La sobrepoblación, la falta de oportunidades laborales, la pobreza, la carencia de planificación, la viveza del salvadoreño, el oportunismo, las pocas o nulas alternativas, la movilidad social, etc. Y así San Salvador se fue afeando. Lo concejos llegaban y para camuflajear su apatía se dedicaban a ornamentar y hacer cambios innecesarios en los principales parques y plazas de la ciudad. Pronto San Salvador fue un amplísimo mercado desordenado, feo y peligroso para el peatón y el conductor. Para todos.

La recuperacion del centro histórico ha comenzado. Decenas de cuadras de la periferia han sido liberadas de las ventas. El rostro de la ciudad ya es distinto. Tras el champerío desordenado se escondía una ciudad de elegantes construcciones y cientos de historias citadinas. Según las actuales autoridades edilicias aún falta mucho que hacer. Lo ideal es que la capital sea liberada totalmente de las ventas en sus calles y avenidas. Desde luego todo hay que hacerlo con responsabilidad y a los comerciantes hay que garantizarles buenas altenantivas porque detrás de cada uno ellos hay familias que sostener. Que San Salvador se haya convertido en un lugar feo y desordenado no solo es culpa de los comerciantes, mucho más lo es de quienes lo permitieron por desidia o por ser incapaces.

El actual concejo municipal capitalino, el actual gobierno central y los futuros gobierno tienen la obligación de garantizar que San Salvador no sera otra vez un mercado abierto y que siempre habrá alternativas de solución para los comerciantes y los capitalinos en general. Voví a la 12 calle poniente y a la iglesia El Calvario. Orgulloso de mis recuerdos y de lo bien que comienza a verse nuestra capital... Una ciudad hermosa.