Una piedra dura no se mueve. Hay que moverla. Esto ha pasado con el mayor de los Ortega (Daniel), que desterró de Nicaragua a 222 presos políticos. Sin duda aquí hay un acuerdo, que por supuesto los involucrados negarán.

¿Para qué ha tenido casi 300 presos políticos en las cárceles? Si eran sus rehenes, entre las previsiones del régimen se debió considerar que les servirían en su momento para canjear algo. ¿Esto ha sucedido? Está por verse.

Que el destino de llegada de los expresos políticos haya sido Estados Unidos podría tener un cierto significado. No salieron para Brasil o Argentina, no, fueron hacia Estados Unidos. Y, de hecho, algunos funcionarios norteamericanos están hablando ya de la posibilidad de un ‘diálogo constructivo’ con el gobierno de Nicaragua. Al parecer entre pragmáticos hay puntos de contacto, más de los que se pueda alguien imaginar.

No ha sido por ‘buena gente’ que el hermano mayor de los Ortega (Daniel) soltó a los rehenes. ¿Qué pidió a cambió? ¿A quién? En su oportunidad esto se sabrá.

Aquí lo interesante es la reacción nacional e internacional frente al hecho de la salida de los expresos políticos. El mayor de los Ortega (Daniel) sin duda que hoy por hoy tiene el control de la situación política en Nicaragua, dicho esto en un sentido general. Pero como no toda la arena se puede sostener en la mano... Pues resulta que varios aspectos que Ortega dice controlar, en verdad no los controla.

Los expresos políticos, todo indica, tomarán un poco de aire, chequearán su salud, verán a los suyos y... volverán a las andadas. Sobre todo los más jóvenes, hombres y mujeres. Han resistido y tienen muy claro cuál es el obstáculo para que Nicaragua tenga justicia y libertad. Así que por ese lado este paso del mayor de los Ortega (Daniel) pudiera ser en falso. Si pensó que salían de la cárcel unos atemorizados seres humanos, pues ese presupuesto es falso.

Han salido de prisión 222 nicaragüenses y quedan retenidos aún como 40, entre ellos el obispo Rolando Álvarez.

Hay centenares de nicaragüenses entre los miles de la diáspora desde 2018 que lograron escapar antes de ser capturados. Eso quiere decir que hay fuera de Nicaragua muchos nicaragüenses comprometidos con la libertad y la justicia. Y el destierro de los expresos políticos ayuda a fortalecer ese caudal. Y este es un dato que no debe olvidarse.

También hay que considerar que la diáspora nicaragüense en este momento experimentará un momento nuevo de activación. Otro dato a no desestimar.

Pero hay más: dentro de Nicaragua se encuentran otros cientos de ciudadanos que se han desdibujado, han perdido perfil, pero que están activos en una cierta noción de resistencia clandestina y pacífica. Son indetectables y se mueven, ¡se están moviendo! Y ganando simpatías entre miles. Y es lógico, el esquema represivo implantado en Nicaragua obliga a la resistencia. Y esto será un factor decisivo en lo que viene.

De manera accesoria hay que considerar que dentro de las filas de lo que aún queda del sandinismo de seguro hay profundas fisuras, que no se muestran por el miedo. Es decir, se podría estar en presencia de una nueva fase política de desenlace imprevisto.

Ahora ya no se trata de participar en elecciones y exigir garantías. Ortega lo tiene todo copado. Las cosas han cambiado y la memoria de los más de 300 asesinados desde abril de 2018 no permite el olvido. Aquí lo que está planteado es provocar la salida de Ortega y compañía. Y punto. En esos términos están las cosas.

La decisión de quitar la ciudadanía a los recién desterrados es apenas una mueca por el malestar estomacal que provocó la liberación de los rehenes. Es fútil y hasta cómica.

Pero la decisión de inventar la ‘copresidencia’, un entuerto jurídico precario e insostenible, aunque resulte risible, en realidad podría estar sugiriendo el camino de recambio político que el mayor de los Ortega está imaginando en su enfebrecida mente.

Por muchas bravuconadas que propale Ortega, lo cierto es que está solo, rígido, envejecido y sin apoyos reales en el exterior. Putin metió la pata en Ucrania. China no parece ser una opción. Irán se halla lejos de servir de contrapeso de algo. Venezuela también está sola. Lula desde luego que no simpatiza con lo que ocurre en Nicaragua. Ortega se movió, porque... las circunstancias lo movieron.