Laura Cristina trabaja en Santa Tecla y vive en Ciudad Futura (Cuscatancingo). Su hora de entrada es a las 7:00 de la mañana, de lunes a sábado, y su salida es a las 4.00 de la tarde. Para llegar a tiempo a su trabajo, todos los días sale de su casa a las 4:00 de la madrugada. Debe despertarse una hora antes para bañarse y preparar su desayuno. Para el centro de San Salvador debe abordar la ruta 6 o en su defecto viajar en un microbús pirata que le cobra un dólar. Luego debe abordar el transporte que la lleva a Santa Tecla y con suerte llegar diez o quince minutos antes. El viaje lo hace en un microbús o autobús que siempre va llenísimo, lentísimo y con los rostros angustiados de quienes van tarde a sus faenas.

Al fin Laura Cristina llega a su trabajo, asume sus responsabilidades laborales y al salir de sus faenas nuevamente comienza el calvario hacia su hogar. Aborda en un sitio donde las unidades a veces ni paran porque vienen saturadas de pasajeros y en ocasiones le ha tocado esperar hasta una hora esperando que pasen. Al llegar al centro debe caminar varias cuadras para llegar a la zona de la Cruz Roja donde debe aborda la ruta 6 para retornar a Ciudad Futura. Con suerte llega a las 7:00 de la noche.

Esta mujer, digna salvadoreña, se la pasa nueve horas en su trabajo, nueve en su hogar y seis en el transporte colectivo. De las horas en su hogar, duerme un promedio de seis horas por noche y las otras tres las utiliza para las tareas hogareñas. Para descansar solo tiene un poco de la tarde sabatina y el domingo, aunque es el día que debe lavar ropa, asear la casa y realizar tareas que por cansancio no hace el resto de la semana. Su tiempo de diversión es poco o nulo.

Como consecuencia de su rutina, Laura Cristina ha acumulado mucho estrés y carece de suficiente tiempo para compartir con los suyos. Aun así, es una mujer responsable que no puede darse el lujo de dejar su trabajo. Ella recuerda que hace más de una década el tráfico no era tan estresante como ahora. Ha habido días en que las filas de vehículos no avanzan y ya ha pasado mucho más de tres horas atrapada en las unidades de transporte, soportando el calor y estresándose en exceso.

La realidad de Laura Cristina es la realidad de cientos de miles de salvadoreños que residen en todas partes del territorio nacional, especialmente en el área metropolitana y sus alrededores, y que a diario deben acudir a sus lugares de trabajo.

Un reportaje de Diario El Mundo, publicado el lunes 13 del corriente mes, por la periodista Dania Quehl, indica que los salvadoreños se la pasan hasta cuatro horas en promedio en el transporte (dos de ida y dos de regreso), lo que es algo cotidiano. Este tiempo se incrementa notablemente hasta casi doblarse, por lluvias, carros quedados, accidentes, retenes, cortes de energía, intolerancia, falta de conciencia vial, etc.

Del lado sur de la capital, las filas de carros en horas matutinas ya llegan hasta Santa Tomás y a veces hasta Olocuilta, del lado occidental las filas se forman desde Lourdes, Colón o antes, del lado norte desde el desvío a Tonacatepeque y del sector oriental desde San Martín. En horas vespertinas, salir de la capital y de las ciudades periféricas es una odisea que obliga a conductores y pasajeros a armarnos de tolerancia y de inteligencia emocional para asimilar y superar el estrés silencioso que poco a poco mina nuestra psiquis y nuestro cuerpo.

Y es que las calles y avenidas de nuestras ciudades son angostas y ya no dan abasto para soportar el flujo constante de casi 1.6 millones de vehículos. El gasto de combustible es enorme, pero inevitable porque transportarse es necesario. Movilizarse en vehículos particulares o en el transporte de pasajeros es vital. Por eso todos tenemos que contribuir a mejorar el tráfico. El Gobierno, la empresa privada, los transportistas y los ciudadanos en general debemos aportar cada quien lo suyo. El Gobierno, por ejemplo, debe analizar profundidad la diversidad de horarios laborales para todos los rubros y diseñar una estrategia para que el transporte público de pasajeros opere todo el tiempo necesario o a través del Ministerio de Trabajo garantizar que las instituciones públicas y la empresa privada garanticen la llegada y retorno de sus empleados. En el caso particular del bulevar del Ejército, debe eliminar los “sapitos” de los carriles segregados del Sitramss porque ya no sirven para nada, así como evitar los retenes en horas picos en zonas de intenso tráfico, tal como ocurre ahora en la autopista al aeropuerto y en la carretera de Oro.

La empresa privada, además de garantizar con transporte propio o contratado la llegada y retorno de sus empleados, debe procurar que éstos laboren lo más cercano posible a sus lugares de residencia. Esto aplica para esas empresas que tienen sucursales en todo el país. Deben estar dispuestas a modificar sus horarios de trabajo, garantizar el transporte de sus empleados y exigir que el sistema de transporte colectivo funcione hasta el horario que sea indispensable-

Y nosotros, como ciudadanos (usuarios y conductores) encomendarnos a Dios, y armarnos de paciencia, tolerancia y sobretodo respetar las señales de tránsito y manejar siempre a la defensiva... Así toca.