Entre más alto es el cargo o la función que desempeñe un ser humano, así debe ser el servicio que debe de prestar frente a los más necesitados. En Mateo 20:25-28 el Señor Jesucristo les, dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.

De tal manera que el servir desinteresadamente a los demás es mejor que ser servido, todos en la vida necesitamos una alta dosis de humildad, y entender que los privilegios, los cargos, la riqueza, la fama y el poder, todo ello termina cuando se deje de existir en esta tierra, bien lo dijo el rey David en el Salmo 49:16-17. “No temas cuando se enriquece alguno, Cuando aumenta la gloria de su casa; Porque cuando muera no llevará nada, Ni descenderá tras él su gloria” De modo que la muerte nos recuerda que somos únicamente polvo, por lo tanto evitemos la petulancia y busquemos con esmero servir a los demás.

En el año 1812, en un tranquilo y cómodo hogar de Nueva Inglaterra, vivía la jovencita llamada Melinda Rankin. Desde que aceptó al Señor Jesucristo como su salvador, no se hallaba satisfecha en la alegría de su hogar. La embargaba el deseo de servir y hablarles a otros acerca de Jesús. No fue sino hasta que Melinda contaba con 28 años que tuvo la oportunidad de salir de su hogar, rumbo al valle del Misisipí como misionera. Era tiempo de guerra y la vida era difícil. Cuando terminó la guerra con México, los soldados que regresaban contaban de las personas incultas necesitaban la verdad de Jesús.

Es por ello que decidió escribir varios artículos para periódicos y de esta y otras maneras intentó interesar a las iglesias y sociedades misioneras. Nadie parecía estar interesado a ir al campo misionera a servir. Por lo que dijo: “Iré yo misma.” Pero México era entonces un estado sin leyes, es así como se estableció cerca de Brownsville, Texas, sobre el río Grande, justamente en la ribera opuesta de Matamoros, México. No pudo hallar casa. Otras mujeres se hubieran desalentado, pero no así Melinda. Al fin encontró dos habitaciones que alquiló, una como vivienda personal, la otra para formar la escuela bíblica.

Fue admirable que, muchas niñas mexicanas asistieran a la escuelita de la señorita Rankin el primer día de clase. Cierto día una señora vino pidiendo cambiar un santo por una Biblia. La señorita Rankin le dio dos Biblias, una de las cuales había de llevar para una amiga de México. Esta fue la primera Biblia que pudo hacer cruzar la frontera. Con la ayuda de la Sociedad Bíblica Americana, pudo enviar centenares de ejemplares a México. Muchos mexicanos llamaban a su puerta, suplicando que les diese un ejemplar de la Biblia. Cuando estalló la guerra civil en Estados Unidos, la señorita Rankin se vio obligada a salir de Texas.

Es así como llegó a México, donde había querido servir llevando las buenas nuevas de salvación. Sin embargo, la sociedad mexicana fuertemente católica no estaba dispuestos a ceder fácilmente, contra todo pronóstico pudo establecer la primera misión cristiana no católica. El número de convertidos se multiplicó y estos nuevos cristianos iban de casa en casa ansiosos por contarles a otros como el Señor Jesucristo había cambiado sus vidas. Durante los muchos disturbios y batallas de 1871 ella no sufrió heridas. Cuando se retiró, la iglesia que ella organizó contaba con 160 miembros mexicanos.

Ella fue quien dijo: “La palabra desaliento no se encuentra en el diccionario del reino de los cielos” En suma, Melinda, estaba dispuesta a sacrificar sus placeres a fin de poder ayudar a los más necesitados, sobre todo llevar las buenas nuevas de salvación a toda criatura tal como lo hizo el Apóstol Pablo en todo Asia. En la actualidad necesitamos actuar más y hablar menos, construir menos iglesias y darle de comer a los más necesitados. En Mateo 9:13 Jesús dijo: Vayan y aprendan lo que significa: “Misericordia quiero, y no sacrificio” Porque no he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores.