Todas las encuestas y sondeos de opinión pública sitúan de manera creciente y alarmante la aguda crisis económica, desempleo y alto costo de la vida que padece El Salvador. Esta es la principal preocupación que aqueja de manera recurrente a la población, lo que se refleja en el contexto de la mayor deuda pública de su historia, que al segundo trimestre de 2023 alcanzó los 25,709 millones de dólares, y solo en el Gobierno de Bukele aumentó 8,896 millones, con un incremento del 34,6% en apenas 4 años. Según la CEPAL, el país recibe la menor inversión extranjera directa en la región (101 millones de dólares en 2022); ocupa el último lugar de las exportaciones y la menor expectativa de crecimiento económico, que no pasará del 2,1%. Este porcentaje es inferior al 2.4 del quinquenio anterior. De acuerdo con el JP Morgan Chase El Salvador se ubica en los primeros lugares de mayor riesgo de las economías latinoamericanas.

A esta crisis económica estructural se suma la crisis que padece el sector agropecuario, impactando directamente el acceso y precio de los productos de la canasta básica, siendo este uno de los efectos que más dañan a la población. Un severo retroceso de las capacidades productivas que, solo en granos básicos, de un consumo nacional de 25 millones de quintales de maíz, frijol, sorgo y arroz, este año la producción se redujo a 18.6 millones de quintales, registrando una caída de 6.4 millones de quintales. Si bien el cambio climático y los severos efectos del fenómeno del “Niño” afectaron la producción, también influyen el alto costo de los insumos agrícolas, el alza inmoderada del precio del combustible, el valor de la tierra productiva, el endeudamiento de los productores, la falta de acceso al crédito y las altas tasas de interés. Antes de la pandemia, el costo de producción por manzana rondaba los 475 dólares; en la actualidad se acerca a los 1000 dólares.

El Salvador padece una alta dependencia de la importación de frutas, verduras y hortalizas desde Guatemala. Esto se agrava debido al abandono del sector agropecuario por el gobierno de Bukele, por lo que hoy esta producción ha disminuido en un 15%, en relación con el quinquenio anterior. Actualmente se importa el 85%, principalmente, de tomates, cebollas, repollos, papas. El riesgo para la seguridad alimentaria de la población fue evidente durante el severo bloqueo de carreteras por dos semanas, por una crisis política y social padecida en la hermana república de Guatemala, debido al retroceso democrático por los intentos para descalificar al presidente electo, Bernardo Arévalo, por fuerzas conservadoras enquistadas en la institucionalidad. Esa crisis generó para El Salvador un grave desabastecimiento y el alza inmoderada del precio de hortalizas, verduras y frutas. Esta dependencia del país también abarca productos como carne de res y lácteos, el queso en todas sus variedades que en un 90% se importan desde la hermana república de Nicaragua.

Los productores salvadoreños han demostrado un gran esfuerzo por adaptarse a los retos que impone la producción. Es creciente su asimilación de técnicas orgánicas de abonos y fungicidas verdes, superando poco a poco los productos químicos. También superaron en buena parte la quema de rastrojos y asimilan técnicas para la conservación de suelos, avanzando en la diversificación a nuevos cultivos como yuca, hortalizas, cítricos y frutales, así como nuevas variedades de frijol. Sin embargo, estos esfuerzos no encuentran eco en el Gobierno de Bukele, que en cuatro años ha ensayado de manera fallida a cuatro distintos ministros de agricultura, mostrando incompetencia y visiones divergentes sobre la problemática del sector, sin que a la fecha presenten un modelo de política nacional agropecuaria enfocada en reactivar estratégicamente al sector, elevar las capacidades productivas y resolver la seguridad alimentaria del país.

La Cámara de Pequeños Productores (CAMPO), La Mesa Agropecuaria y el Frente Nacional Agropecuario han formulado distintas iniciativas, entre las que deben retomarse la urgente necesidad de un plan nacional ante el cambio climático y el fenómeno del Niño; mecanismos permanentes y efectivos de coordinación entre los productores y las instituciones de Gobierno; acceso a tierras productivas y a créditos con bajas tasas de interés; quitar el IVA a los insumos; compra directa de fertilizantes de buena calidad y asegurar semillas de calidad; una política de compras locales desde instituciones de Gobierno; y avanzar hacia una reserva estratégica de alimentos.

Tristemente, Bukele está más preocupado por el Bitcoin, Miss Universo y la propaganda. Así las cosas, ¿cómo puede reactivar la economía y la producción agropecuaria?