Quizás Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del Tercer Reich, tenía razón cuando cínicamente afirmaba que, “una mentira repetida mil veces, se convertía en verdad”

Un personaje singular, ya en 1924 estaba alistado en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, respaldaba la segregación racial, el antisemitismo y partidario de la guerra total y, él mismo, totalizado al suicidarse junto a su mujer y sus seis hijos en el mismo búnker donde un día antes, le habría precedido Adolf Hitler.

Esta ingrata introducción viene al caso porque hemos observado en los medios de comunicación, en reiterados artículos y análisis, una toma de posición parcializada en el conflicto estallado entre el pueblo de Israel y la organización terrorista transnacional Hamás.
No solamente en medios de comunicación, sino en las Naciones Unidas y la misma Unión Europa, en la que buena parte de sus integrantes vienen sufriendo las consecuencias del fanatismo político-religioso islamita, al cual agregaría el cultural, con desastrosas proyecciones hacia un futuro incierto.
Se trata de la situación presentada desde el pasado siete de octubre en el Medio Oriente, a raíz de un incursión militar encubierta de la organización terrorista conocida como Hamás, que gobierna la Franja de Gaza, cuando invadió a tempranas horas de la mañana, los asentamientos comunitarios llamados Kibutz, armados de fusiles automáticos, bazucas, armas blancas y granadas, donde masacraron a hombres, mujeres y niños desprevenidos, en actos realmente repugnantes por su saña.

Mientras caían cohetes desde Gaza sobre Tel Aviv, disparaban a discreción a una concentración de jóvenes, donde asesinaron a 240 de ellos, mientras disfrutaban de un concierto. Mujeres violadas, incluso una vez cadáveres, ancianos decapitados, niños, bebés apuñalados, y más de doscientos judíos, de todas las edades, capturados como rehenes, para ser llevados a territorio palestino
Ese mismo día, el mundo conoció del ataque, de la fiereza cobarde e incomprensible de los terroristas, de inmediato, condenó la masacre traicionera realizada sobre civiles no combatientes.

Pasado el estupor inicial y ante la evidencia audiovisual de la carnicería y saña contra esta desprevenida, desarmada e inocente israelitas, el mundo se conmovió. En la Unión Europea, su Canciller el español Joseph Borrel leyó un sentido comunicado de rechazo a tal barbarie, pero pidió que la reacción del gobierno no debería ser desproporcionada.

En tanto que el Secretario General de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, ante las evidencias irrefutables, condenó al grupo terrorista Hamas, pero concluyó que el origen de tal acto de declaración de guerra, había sido la presencia judía en Palestina. ¡Vaya!, algo inédito en la enciclopedia de la miseria humana. No cambian estos socialistas.

La reacción del gobierno de Israel, fue la esperada, no es la primera incursión de Hamás en territorio israelita, pero nunca en estas proporciones, catalogada como invasión. Sus cohetes mortales de tiempo en tiempo, de forma ininterrumpida, caen en Tel Aviv causando daños materiales y humanos. Desde el momento que se detectan, los ciudadanos tienen 15 segundos para correr a sus refugios antiaéreos, incluyendo a los párvulos con sus maestros desde las aulas de clases. Antes, fueron las intifadas, los asesinatos aislados y furtivos, los atentados en los buses, cafés y restaurantes.

Hasta las arenas de las playas del Mediterráneo de Gaza, sentencié con rabia, cuál debía ser la reacción de Israel. Y es lo que está haciendo.
Ahora, casi en su totalidad los titulares de los principales diarios europeos y de América, claman por la paz y el cese al fuego; ya no hablan de la masacre, sino de los civiles palestinos y de la muerte de niños en la avanzada militar israelí.

El Ministro de Sanidad de Hamás ofrece cifras escandalosas, que medios de comunicación pagados, comprometidos o incautos, desde España hasta Argentina repiten, y piden a Israel el cese del fuego, pasando por alto que lo causó. No, no debe haber cese del fuego, se debe permitir, como se hace, que los civiles abandonen Gaza hacia zonas protegidas. Pero hay que neutralizar definitivamente esta organización terrorista presente en Venezuela, Brasil, Argentina, España, Italia, Suecia, Francia, Bolivia y los propios Estados Unidos, cuyo fin es la implantación del Califato Islámico en Occidente, como lo han profetizado.