Los seres humanos hacemos planes de vida, nos preparamos para no fracasar, estudiamos para tener un futuro más promisorio, forjamos emprendimientos para que no haya ausencia de lo material, guiamos a nuestros hijos para que aprendan a defenderse legítimamente y tengan éxito, todo ello está bien, pero nos olvidamos que nada de lo que hagamos en lo material, lo podremos llevar a la hora de nuestra partida, de modo que rara vez nos preparamos para morir, es decir para el mas allá. El Señor Jesús, dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (Juan 11:25-26).

De manera que debemos de estar preparados, porque el día y la hora de nuestra partida nadie lo sabe, solo Dios. Esto me recuerda a lo esplendoroso que era el Titania, cientos de personas de diferentes categorías sociales, tomaron el viaje, muchos de ellos tenían la ilusión de volver, pero al final no fue así. La revista comercial The Shipbuilder, describió al Titanic como “el indestructible”, dado que el 31 de mayo de 1911, un empleado de la Compañía de Construcción Naval de la White Star, dijo: “Ni Dios puede hundir este barco” El predicador de origen escocés John Harper y su hija Nana, de seis años, se encontraban a bordo del barco. Cuatro años antes, la esposa del pastor Harper había fallecido.

El motivo de su viaje en el Titanic, era por una invitación que le habían hecho para predicar en una de las iglesias más grandes de Chicago en Estados Unidos, la cual era dirigida por el pastor Moody. La iglesia estaba esperando su llegada, no sólo porque iba a predicar una serie de mensajes, sino que ya había sido aceptado oficialmente a que se convirtiera en un pastor en Estados Unidos. De manera que era conocido como un orador elocuente y había pastoreado dos iglesias en el Reino Unido, en Glasgow y Londres. Tenía una enorme comprensión de las sagradas escrituras que le permitían defender con éxito las verdades del evangelio.

Cuando el Titanic golpeó el iceberg, el pastor Harper, como una medida de precaución, puso a su hija en uno de los botes salvavidas, dejándola al cuidado de un primo mayor que también los acompañaba en el viaje (Nana Harper, vivió hasta el año 1986). El predicador pudo haberse salvado junto a su hija, pero optó por quedarse en el barco para presentar al Señor Jesucristo. Hay registros de que el pastor Harper, le habló a cada persona que estaba en pánico y les expresó acerca de la necesidad de aceptar al Señor Jesucristo como su único y suficiente salvador personal.

Cuando el agua empezó a hundir el barco, el pastor Harper decía en alta voz: “Las mujeres, los niños y los no creyentes suban primero a los botes salvavidas” pero al escuchar esto, un hombre que estaba entre la multitud, decidió rechazar la oferta de recibir al Señor Jesucristo. Ante ello el pastor Harper le dio el chaleco salvavidas que llevaba y dijo: “Esto lo necesita más que yo”. De modo que hasta el último momento que estuvo a bordo del barco, Harper, insistió con mucha vehemencia para que las personas entregaran sus vidas al Señor Jesucristo.

Cuatro años después que se hundió el Titanic, durante una reunión, un sobreviviente del Titanic, contó su primer contacto con Harper en medio de las aguas heladas del Atlántico. Él declaró que él se aferraba a un pedazo de madera, cuando Harper nadó hacia él y le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”, pero el hombre rechazó la oferta en un primer momento. Sin embargo, al oír nuevamente: “Cree en el Señor Jesucristo”, y sabiendo que estaba solo, a la deriva, y con tres kilómetros de agua bajo sus pies, aceptó creer en Jesús. Poco después, el sobreviviente vio a Harper que sucumbió ante el frío y se hundió.

Mas adelante el hombre declaró en una reunión de sobrevivientes: “Yo soy el último convertido del gran predicador John Harper”. Esta historia encierra tristeza, dado las más de 1500 personas que fallecieron en esas gélidas aguas. Pero también vemos palpable la misericordia de Dios, dándoles a estas personas la oportunidad de que le conocieran aun en los últimos días de sus vidas. Recuerda somos polvo, ahora estamos mañana no se sabe, así que procura vivir íntegramente como si murieras ahora y sirve a los demás con todo tu corazón como si fueras a ser eterno.