Un adulto mayor vapuleado a patadas y bastonazos, un monitor de tránsito arrollado intencionalmente, un motociclista colisionado y sacado de la calzada por otro vehículo. Claros ejemplos del estado de salud mental de la población de nuestro país. Claros efectos de una población sobrepasada en sus niveles de tolerancia por la presión extrema impuesta durante casi tres años por la pandemia de COVID-19 y sus medidas de protección. Si, no son solo los efectos directos del virus los causantes de este estrés colectivo, sino también el uso continuo de mascarilla y el distanciamiento social. Pero ¿qué dice la ciencia acerca de estas medidas de bioseguridad? ¿Son realmente efectivas?

Las claras diferencias políticas partidistas entre los estados rojos (republicanos) y azules (demócratas) de nuestro vecino del norte han permitido observar un experimento a gran escala ocurriendo de forma natural.
En las ciudades más liberales del país, mucha gente sigue evitando los restaurantes. El mes pasado, el número de comensales sentados se situó al menos un 40% por debajo de los niveles prepandémicos en Nueva York, Filadelfia, Minneapolis, San Francisco, Portland (Oregón) y Cambridge (Massachusetts). En cambio, el número de comensales se ha recuperado totalmente en Las Vegas, Miami, Nashville, Phoenix, Charlotte, N.C., y Austin, Texas, así como en Oklahoma, Nebraska y New Hampshire.

Los residentes de ciudades liberales como Nueva York, Washington y San José (California) siguen pasando mucho más tiempo en casa y menos en la oficina que antes de que comenzara la pandemia, según un grupo de investigación con sede en Harvard. En lugares más conservadores, los ritmos de la vida cotidiana han vuelto casi a la normalidad.
Durante la oleada de Omicron, las escuelas de zonas fuertemente demócratas eran más propensas a cerrar algunas aulas o a exigir que los alumnos se quedaran en casa durante períodos prolongados. El uso de mascarillas sigue siendo mucho más común en las comunidades liberales que en las conservadoras.

Con estas marcadas diferencias entre los estados liberales y conservadores en los Estados Unidos ¿Se extendió menos Omicron en las partes de EE.UU. donde el distanciamiento social y el enmascaramiento eran más comunes? ¡La respuesta es sorpresivamente confusa!

La información estadística producida por el sistema de vigilancia estatal y nacional indica que el número de casos de COVID-19 ha sido más alto en los estados liberales (aquellos con mayor implementación de medidas de bioseguridad) que en los estados conservadores (aquellos con menos restricciones), aunque esta observación se explica por la mayor tasa de pruebas en los estados liberales.

Cuando se analiza la tasa de positivos, esta es ligeramente más alta en los estados conservadores. Expertos en epidemias de ese país, no encuentran una respuesta contundente. Ashley Wu, Coordinadora de investigación clínica en el Hospital General de Massachusetts, sugiere: La falta de un patrón claro es en sí misma sorprendente. Recordemos que los votantes demócratas no sólo han evitado los restaurantes y han usado mascarillas, sino que también es mucho más probable que se vacunen y se refuercen (y las vacunas reducen sustancialmente las posibilidades de infección). Combinados, estos factores parecen que deberían haber causado grandes diferencias en las tasas de casos.
Lo cual no ha sucedido.

Actualmente, no se tiene ninguna claridad con relación a la relativa efectividad de las diferentes intervenciones para protegernos contra la infección del coronavirus.
Ante todo, la vacuna.

La primera lección es que las vacunas Covid son notablemente eficaces para prevenir enfermedades graves. En los últimos tres meses, la tasa de mortalidad en los condados en los que Donald Trump ganó de forma aplastante ha sido más del doble que la tasa en los condados en los que Joe Biden ganó de forma aplastante, según Charles Gaba, analista sanitario. La segunda lección es que las intervenciones distintas a la vacunación -como el enmascaramiento y el distanciamiento- son menos potentes de lo que desearíamos.

El costo social y económico que las medidas de bioseguridad imponen, con excepción de la vacuna, nos obliga a replantearnos, en base a la nueva información, sobre la mejor manera de confrontar a este virus. Todo parece indicar que la mayor parte del esfuerzo sanitario tendría que estar enfocado en la vacunación.