Este fin de semana, tuve la suerte de departir con un par de colegas profesionales de la salud, quienes han dedicado su vida profesional al área de prevención y diagnóstico temprano del cáncer mamario. Las varias y educativas charlas sostenidas con este matrimonio de médicos me incitaron a reflexionar acerca de la visión, estrecha e inequitativa, que la medicina sostiene de la salud en la mujer. Esto al filo de acontecimientos recientes en países como Afganistán y los Estados Unidos, que como la directora ejecutiva de ONU Mujeres declaró recientemente: “Nuestras esperanzas y aspiraciones de un planeta más brillante, más sostenible, más igualitario y pacífico penden de un hilo”. Porque el estancamiento, y en muchas ocasiones retrocesos, en el área de los derechos de la mujer a nivel mundial son evidentes.

Esta visión salubrista estrecha sobre la salud de la mujer está supeditada al pobre reconocimiento, que como sociedad sostenemos del valor de la mujer, y reflejada con las métricas que utilizamos para medir los niveles de salud de ese grupo poblacional. Dicha métrica está sobreenfocada en indicadores de salud reproductiva, evidenciando los roles que como sociedad adjudicamos a la mujer: reproductivo y maternal. Pareciera que en pleno siglo 21, nuestra sociedad persiste adjudicando el rol de madre como la ‘raison d’exister’ de toda mujer.

Históricamente, medir variables e indicadores de salud reproductiva, como la mortalidad materna, ha sido importante y al final ha contribuido plenamente en mejorar la salud de la mujer. Por ejemplo, la reducción de la mortalidad materna ha sido un indicador integral tanto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio como de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Este enfoque ayudó a disminuir el número de muertes maternas por cada 100,000 nacidos vivos en aproximadamente un tercio entre 2000 y 2020. Sin embargo, esta centralización en indicadores de la función reproductiva que las mujeres desempeñan (incluidos los partos asistidos por personal cualificado, la autonomía reproductiva y la mortalidad materna) refuerza estereotipos anticuados y potencialmente perjudiciales sobre el papel de la mujer en la sociedad, así como descuidar otras áreas importantes de la salud femenina.

La mujer no es un útero.
Aunque la medición actual de su salud, así pareciese expresarlo. En El Salvador, en pleno 2023, no hay una respuesta clara y unánime ante la pregunta de cuáles son las principales causas de muerte en las mujeres salvadoreñas.

En el 2019, el Ministerio de Salud de El Salvador (Minsal) publicó una lista de las diez primeras causas más frecuentes de mortalidad para ese año, sin embargo, dicha lista no especifica si se refiere a mujeres o a la población en general. Se puede decir que las enfermedades no transmisibles son una de las principales causas de muerte prematura entre la población adulta salvadoreña, y que el infarto agudo de miocardio y la diabetes mellitus son las primeras causas de muerte en las mujeres salvadoreñas. Además, antes de la pandemia, las causas principales de mortalidad materna en El Salvador eran hemorragias y trastornos hipertensivos.

El cáncer de mama es otra de las enfermedades importantes en la mujer con importantes vacíos de conocimiento local. En 2018, se encontró una prevalencia de 14.4 %, pero carecemos de data más reciente. En mi búsqueda por más información al respecto, no encontré cómo ha evolucionado la prevalencia de cáncer de mama en El Salvador en los últimos años. ¿Es su tendencia al aumento o al descenso? ¿Cuál es el rango de edad con mayor número de casos? ¿Qué características de comportamiento exhiben las mujeres afectadas? Todas preguntas importantes para poder diseñar programas de prevención y detección temprana, y así poder afectar su incidencia.

A nivel mundial, se ha observado una disminución en la mortalidad por cáncer de mama en países de altos ingresos, gracias a la introducción de programas de detección temprana y protocolos de tratamiento estandarizados. En El Salvador, pareciera que la salud integral de la mujer no es una prioridad. Aunque la salud pública es una huérfana malnutrida histórica, y no solo de los mismos de siempre, la salud de la mujer no solo es huérfana y malnutrida, sino también violentada y olvidada. Después de todo pareciese que para el Minsal una mujer es solo un útero.