El 30 de enero pasado cumplí un año de ejercer como custodio clase “A” de Alcohólicos Anónimos (AA); es decir como una persona profesional no alcohólica que intenta contribuir a que personas alcohólicas se recuperen por su propio bien, por el bien de sus familias y de la sociedad entera. La experiencia me ha parecido muy interesante y especialmente gratificante, pues me ha permitido servir y eso es fundamental en la existencia humana.

El viernes y sábado pasado Alcohólicos Anónimos de El Salvador celebró su Quincuagésima Tercera Reunión Anual de Conferencia a nivel nacional con la finalidad de coordinar todas las acciones de la asociación durante 2022 con el fin de aumentar el acceso del programa a más personas que lo necesitan. De hecho una de las líneas de trabajo es abrir espacios para cooperar con todas aquellas instituciones públicas o privadas de todo el país.

Actualmente AA cuenta con 1,410 grupos y 21 oficinas de servicios diseminados en todo el territorio nacional, así como más de 17 mil miembros que día a día, con humildad, fuerza de voluntad y fe en un Ser Superior superan una enfermedad que destruye vidas, familias y dignidades. AA es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver el problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo.

Alcohólicos Anónimos llegó a El Salvador en 1955 de la mano de Edward Fitzgerald McCarthy (Mr. Eddy), un ciudadano estadounidense que se casó con una salvadoreña y que a su llegada a nuestro país detectó el grave problema del alcoholismo en la población que no escatimaba motivos para dejarse caer en el vicio del alcoholismo.

Y es que el Alcoholismo es un grave problema enraizado en nuestra sociedad con severas consecuencias. En ocasiones me han invitado a dar charlas y el tema que desarrollo suele ser “El alcoholismo y sus consecuencias”, una temática demasiada amplia, pues se pueden pasar días enteros hablando de las consecuencias negativas de una enfermedad que es evitable si se tiene fuerza de voluntad y amor propio.

El alcoholismo es una enfermedad progresiva que no necesariamente es incurable. He visto a personas al borde de la muerte, con su dignidad al más bajo nivel, que han logrado sobreponerse con la ayuda de los AA y especialmente con su fe y su fuerza de voluntad. Alguien pudo haber tocado fondo, pero no es tarde para recuperarse haciendo un punto de quiebre y aceptando con que es impotente ante el alcohol y que su vida se volvió ingobernable, tal como lo dicta el primero de los doce pasos tradicionales de los AA.

El programa de AA se compone de doce pasos, doce tradiciones y doce conceptos que son fáciles de seguir y aplicar, cuando con firmeza se ha tomado la iniciativa de dejar el vicio. Una vez se acepta el problema, el resto viene por añadidura.

El alcoholismo no respeta condición social, económica, jerarquías, raza, cultura, sexo y edad. Esa una enfermedad progresiva que destruye vidas, familias, anhelos, relaciones, patrimonios y valores. Tras un alcohólico que sufre tirado en la calle hay alguien que también sufre por él. Se muere el alcohólico y los daños colaterales los sufren sus hijos, sus viudas (os) y todos sus amigos.

Nadie que comienza a tomar se pone a pensar que algún día puede llegar a ser borracho consuetudinario o destructor de la vida de su pareja y sus hijos. Todos comienzan el vicio creyendo que siendo jóvenes, fuertes o profesionales son “bolos sociales” que siempre tendrán control sobre la bebida. Poco a poco van ingresando al mundo del alcoholismo crónico y algunos tocan fondo. Otros ni siquiera tienen la suerte de tocar el abismo del alcohol, porque bajo efectos de las bebidas cometen suicidios, mueren en accidente o cometen hechos ilícitos de los que luego se arrepiente el resto de su vida. He visto hombres y mujeres que bajo efectos del alcohol matan, roban, violan y cometen cualquier delito.

Las cifras son una vergüenza para nuestro país. El informe anual del periodo de junio de 2020 a junio de 2021 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reflejó que El Salvador ocupó el primer lugar de muertes por ingesta alcohólica con 18.54 salvadoreños muertos por cada 100 mil habitantes. Rusia ocupa el segundo lugar y Guatemala el tercero. Las muertes por ingesta no incluyen los homicidios provocados por ebrios, ni los suicidios ni los accidentes. Tampoco contempla los daños a terceros. Tras un alcohólico, hay una familia sufriendo. Entonces como no sentirme satisfecho de ser custodio clase A de Alcohólicos Anónimos, si es una forma de servir a otros... A esos alcohólicos que destruyen vidas y acaban con la suya.