Si los Estados Unidos y los países clave de lo que llamamos Occidente, en 1992 hubieran promovido un acercamiento estratégico con Rusia, aspiración de esta última como se lo comentó Vladimir Putin a Madeleine Albright en una reunión celebrada en Moscú, hoy “otro gallo cantaría”. Contrariamente lo que se hizo fue asumir que Rusia, dirigida después de la disolución soviética por un hombre inapropiado como era Boris Yeltsin, estaba condenada a ser un país casi que en vías de desarrollo, incapaz de desafiar a Occidente. Lo que correspondía, pensando inclusive en una China que ya venía creciendo, era al menos acercar a Rusia a la OTAN. A mi juicio faltó visión estratégica.

Así como inaceptable, pero ya parte de una narrativa geopolítica, ha sido la invasión rusa a Ucrania sin que midiera provocación específicamente de aquella, es claro y entendible según la historia y la experiencia de los pueblos europeos, el que no conviene tener a los enemigos históricos demasiado cerca y si ello se puede evitar...mejor. El caso particular de un país tan grande y apetecido como Rusia, con la experiencia histórica de muchas invasiones desde diversos flancos, tiene que ser analizado en ese contexto.

No se puede olvidar el antecedente de que cuando el presidente Gorbachov acepta la disolución de la URSS y la caída del muro de Berlín, lo hace recibiendo seguridades de Occidente de que la OTAN no se expandiría hacia el este, entendiendo la sensibilidad soviética enfocada en garantizarse su seguridad, igual a como EEUU la tuvo en la crisis de los misiles en 1962 o la tendría si los chinos instalan cohetes bélicos en México. Sin embargo, la OTAN no ha actuado bajo ese tenor y más bien me parece engolosinó a un presidente mediocre, aunque hoy sea elevado a la categoría de héroe con merecimiento y por necesidad, a coquetear con la limitada económicamente Ucrania. El gobierno ucraniano promueve su derecho a una soberanía absoluta que podría tornarse en agresiva para Rusia, a diferencia por ejemplo de Finlandia que aceptó y cimento durante la presidencia del gran Urho Kekhonnen, una relación especial con los rusos, que ha traído tranquilidad a todas las partes. “Realpolitik” se llama eso.

Llegó el día en que los rusos liderados por un hombre, infinitamente más capaz que Yeltsin, decidió que ya no podía esperar más o calculó, recordemos que la mente colectiva rusa es un tablero de ajedrez a diferencia de la más improvisadora occidental, que era un buen momento para, como lo expresa el canciller Lavrov, desmilitarizar a Ucrania y llevarla a la neutralidad entre Rusia y Occidente. No dudo que el presidente Putin y los rusos en general desearían recrear el imperio soviético, algo no plausible, por lo que se centran en desarrollar esquemas de cooperación con las exrepúblicas soviéticas y neutralizarlas, como ha sido el caso de Ucrania. Primero vino la invasión a la rusificada y muy estratégica Crimea, que había sido traspasada de Rusia a Ucrania por el ucraniano Nikita Kruschev, pero en un contexto de Unión Soviética, no de países independientes. Occidente ha dejado pasar el apropiamiento ilegal, pero con cierto grado de legitimidad por las razones que he mencionado y la idea de echar más carbón a la hoguera.

Como sucede en la geopolítica, Putin puede ser que entendiera mal, como Saddam Hussein mal entendió una conversación con la embajadora Glaspie, de EE. UU., y decidió invadir Kuwait. A grandes rasgos así se da la presente invasión rusa a Ucrania, cuyos resultados hasta el momento han sido desastrosos principalmente desde la perspectiva humanitaria, como desde la económica a nivel de países en conflicto y el mundo en general, así como potencialmente peligrosa en lo que respecta a una tragedia nuclear o biológica y una escalada internacional que nos lleve a una conflagración de carácter nuclear, lo que traería la destrucción de la vida en la tierra como hoy la conocemos.

El escenario es muy peligroso, aunque por la prudencia exhibida por los países occidentales especialmente EE. UU., que creo no está siendo entendida como debilidad por los rusos en virtud de las severas sanciones que le han aplicado. El peligro de que el conflicto escale al involucrarse Occidente bélicamente no se ha dado y pareciera no se dará, aunque en la guerra, cruel e impredecible como es, todo es posible. Vale la pena mencionar la descabellada propuesta del presidente ucraniano de que la OTAN establezca un espacio aéreo libre de aviones, así como la de Polonia de prestar sus viejos “cazas” MIG a Ucrania para que los pilotos ucranianos puedan manejarlos. Afortunadamente ambas han sido resistidas.

Esa es la situación: una guerra que nunca debió de darse. Ni la subestimación de Occidente a Rusia, ni la invasión de ésta a Ucrania y más aún confiando en un ya hoy sabemos fallido “blitzkrieg“ o una Alemania que no fue timorata se justifican. Conviene que la conflagración termine cuanto antes.

Es posible que Crimea se quede en manos de quien está y que el Donbás tenga un estatuto especial, en el marco de una Ucrania neutral. No se puede “arrinconar al Tigre”. Los rusos son los rusos... duros, autoritarios, resistentes y hasta crueles; pelearán hasta el final. Conviene a Ucrania ceder y a los rusos adquirir compromisos relacionados con la seguridad a futuro, desalojar el vecino país y colaborar con su reconstrucción. Puede haber consecuencias en América también. Para muestra el “atibiamiento” de las relaciones entre Washington y Caracas. Debemos estar atentos.