En días recientes, las redes sociales, noticieros y periódicos han explotado con noticias alarmantes sobre una nueva ola de contagios por una nueva variante del SARS-CoV-2, causante del COVID-19. Algunos expertos, incluso claman por la restitución de mecanismos de protección contra el contagio, como el uso obligatorio de mascarillas.

¿Qué tan alarmante es esta nueva ola de contagios?
Una de las fuentes principales de información sobre esta nueva ola de contagios es el Instituto de Métrica en Salud y Evaluación de la Universidad del Estado de Washington (The Institute for Health Metrics and Evaluation). De acuerdo con este, durante noviembre y diciembre, El Salvador estaría aumentando considerablemente su número de infecciones por COVID-19.

¿Pero qué tan intensa es esta nueva ola según estas proyecciones del Instituto de Métrica en Salud y Evaluación?
Si comparamos el número de casos y hospitalizaciones proyectadas para los picos de enero y junio de este año con el pico esperado para este próximo diciembre, estas sobrepasan al número de contagios para esta nueva ola en 100 % y 400 %. Los números de casos proyectados para esta nueva ola son mucho menores que los proyectados en olas anteriores. Adicionalmente, aunque las variantes siguen apareciendo, mientras su proporción en el total de infecciones ha crecido, las hospitalizaciones se mantienen relativamente estables. Esto sugiere que el nuevo virus mutado no está causando una enfermedad más grave. El número de hospitalizaciones y fallecimientos proyectados en esta nueva ola no representa un aumento substancial de lo que se ha estado observando. Tanto la ocupación de camas hospitalarias como el número de fallecimientos proyectado por la universidad de Washington y su Instituto de Métrica es menor al de cualquier pico de epidemia anterior y no muy superior al observado en semanas anteriores. Es decir, esta nueva ola de casos no se espera que presione inusualmente al sistema nacional de salud.

Aunque nuestro país todavía no tiene la capacidad para realizar una vigilancia genómica, podríamos asumir que las mismas variantes actualmente circulando en Estados Unidos afectan a nuestra población. Nuestro vecino del norte reporta una “sopa” de nuevas variantes, algunas de las cuales contienen mutaciones que en los experimentos de laboratorio demostraron ser mucho más evasivas de los anticuerpos que las variantes anteriores. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) advirtió que algunas de las nuevas variantes podrían no ser neutralizadas por el anticuerpo monoclonal Evusheld, una importante terapia para los inmunodeprimidos.

En concreto, la BQ.1.1 y sus ramificaciones representan ahora el 44,2 % del total de infecciones y están creciendo. Sin embargo, como ha señalado el profesor Eric Topol, “la preocupación por esta variante altamente evasiva desde el punto de vista inmunológico” no se ha traducido en una oleada significativa de nuevos casos. El estado de Nueva York, que está experimentando el mayor nivel de infecciones por BQ.1.1 del país, no ha visto un aumento paralelo de las hospitalizaciones.

Y entonces, ¿qué es lo que está pasando con este virus?
En lo personal, y compartiendo opinión con expertos en virología, esto podría indicar que la pandemia ha llegado a la fase en la que las infecciones se siguen propagando, pero no se cobran un número tan enorme de víctimas como lo hicieron las ondas omicrón y delta. Existen varias razones para poder explicar este fenómeno, pero las de mayor instrucción son dos: una podría ser que las nuevas variantes simplemente han evolucionado para causar una enfermedad menos grave. Otra explicación es que la población haya levantado finalmente un muro de inmunidad para mantener a raya al virus, resultado acumulado de la infección natural, la vacunación y otros tratamientos. Ya es de todos conocido que este virus llegó para quedarse, hay que seguir vigilándolo, pero en este momento no hay razón para alarmar a la población, ni para implementar medidas coercitivas que tengan impacto negativo en nuestra economía o educación.

Comunicar a nuestra población sin alarmar es la ruta, educar a nuestra población de alto riesgo e informar, y lo más importante aumentar ese ritmo de vacunación que al parecer se ha adormecido, especialmente entre aquellos que necesitan mayor protección para evitar hospitalizaciones y muerte.