Por primera vez en la historia de la humanidad, 4.2 billones de personas viviendo en 70 países estarán en procesos electorales durante el 2024. El nuevo año nos trae un observatorio natural sobre el estado de la democracia en nuestro planeta. El sistema de gobierno acuñado por los griegos a finales del siglo VI A.C. y su versión moderna de “democracia representativa”, se encuentra, para muchos de los entendidos en el tema, en un periodo de cuestionamiento, y potencialmente de revisión.

La reciente emergencia sanitaria mundial del COVID-19, las guerras actuales (invasión rusa de Ucrania, y los conflictos de Israel, Etiopia, Myanmar, Siria y Yemen), el cambio climático y el estado de la economía mundial, son factores globales que traen vientos amenazantes para la gobernanza democrática.

Las nuevas generaciones progresivamente incorporándose a la arena política, demandan beneficios que el sistema democrático no ha podido proveer. Es innegable que el contrato social necesita renovarse de manera urgente. Es notable, que en muchos de estos 70 países donde se celebraran elecciones este año, el respeto de los derechos civiles y políticos individuales se desmorona, la celebración de elecciones justas y competitivas es un sueño del pasado, y el ejercicio del poder equitativo de las instituciones se ha debilitado. En muchos de estos países, las autocracias y las democracias se disputan nuestros posibles futuros.

Una de las preguntas existenciales que me hago últimamente y de cara al estado político de nuestro mundo, es: ¿está la democracia representativa desprovista de los instrumentos esenciales para poder satisfacer en nuestro mundo moderno, el contrato social?

Los hombres alcanzan grandes fortunas “más por el fraude que por la fuerza”, sostenía Nicolás Maquiavelo, un asesor del siglo XVI de príncipes sin escrúpulos. En “How to Rig an Election” (Como amañar unas elecciones), un libro de Nic Cheeseman y Brian Klaas, ambos académicos sostienen que “En muchos países del mundo, el arte de conservar el poder se ha convertido en el arte de la manipulación electoral”. Paul Kagame, presidente de Ruanda, gano el 99% del voto en la última elección, y sin ninguna duda volverá a ser reelecto este próximo agosto. Rahul Ghandi, el principal líder de la oposición en India fue sentenciado por difamación en 2023 y consecuentemente restringida su participación en cargos públicos, y aunque posteriormente su derecho restaurado, el daño hecho a su campaña política es profundo. En Bangladesh, Khaleda ZIa, líder de la oposición seria con seguridad la próxima ganadora de los comicios este año, sin embargo, actualmente se encuentra en arresto domiciliario acusada de corrupción. Alexander Lukashenko, con su ejército y Vladimir Putin apoyándolo, con seguridad volverá a manipular las elecciones en Bielorrusia el próximo mes. Estos son solo algunos ejemplos de los trucos electorales que han utilizado y siguen utilizando los políticos de gobiernos de turno para mantenerse en el poder.

Nuestro país, igualmente estará en procesos electorales este año. Y aunque la inmensa mayoría de conciudadanos, especialmente aquellos de “oposición”, se rasgan las vestiduras como demócratas; pienso y luego opino, en nuestro país nunca hemos sostenido una democracia representativa. Nuestro sistema de gobierno siempre ha sido influenciado y “controlado” por una minoría formada por sus miembros más acaudalados. Siempre hemos vivido realmente en una plutocracia. Hoy se dice que estamos en un proceso de populismo, que agota la democracia en nuestro país. Pero ¿es esto bueno o malo, para el país? ¿Si nunca tuvimos una verdadera democracia representativa en el pasado, es el populismo una alternativa viable?

El populismo es “popular” en su génesis y en su intención: grandes cantidades de individuos se unen en torno a una preocupación o un programa cuyo fin es siempre visto como benéfico para la mayoría de la gente. La “seguridad”, pienso. Según Luke March, el populismo no es una ideología, sino que se nutre de otras ideologías como el socialismo o el liberalismo. El populismo promete beneficios a la población a cambio del poder. Esos beneficios indudablemente están a flor de piel en la población. El índice de aprobación del gobierno actual es evidencia concreta. Probablemente continuamos en una plutocracia, aunque muy popular. No creo que en el pasado este país haya tenido un gobierno con aprobación mayor del 90% al termino de 5 años.