El análisis de la gestión del partido Libre, debe partir de la realidad que encontró el 27 de enero de 2022; la capacidad ejecutiva y visión de estadista del nuevo gobernante; la calidad del equipo gubernamental que le acompañó; y los espacios que le ha dado la oposición, para lograr resultados.

Es obligado reconocer que Honduras, en el inicio del 2022 atravesaba una situación muy difícil. La economía paralizada; los sistemas de salud y seguridad colapsados; la educación sin dirección comprometida con resultados; la mayoría de la población afectada por situaciones de desempleo; y, la empresa privada, esperanzada en reaccionar de conformidad a la nueva propuesta de quienes anunciaban que iban a refundar al país. Y hacer la revolución. En una palabra: caos, pobreza, promesas y vacíos.

Nunca antes -ni siquiera en tiempos de Dávila, López Arellano; o Ramón E. Cruz- el país, enfrentando a tan enormes dificultades, había entregado los destinos nacionales a una persona con más limitaciones. Xiomara Castro, no tenía -y ahora tampoco- experiencia, habilidad ejecutiva; y, menos, definida voluntad y compromiso para dar resultados significativos.

Desde que fuera escogida por su partido como candidata presidencial, sabíamos que no gobernaría. Que lo haría su marido; que no tendría responsabilidades para responder por resultados de su gestión, porque la única tarea suya sería defender los intereses de la familia.

El país, no fue, su referente nunca. Y, sus preocupaciones incluso, no llegaron siquiera a cuidar de su propia imagen. El discurso presidencial que leyó, los hechos de los que participó; mostraron que no entendió por qué Kamala Harris la acompañó. No había para qué hacerse esperanzas. Era, una actriz secundaria. Sin responsabilidad alguna. Por lo que, es injusto pedirle resultados cuando precisamente se le había buscado porque no tenía competencias para el cargo. Y no es excusa tampoco, por el supuesto secreto de muchos ingenuos esperanzados, que sería apoyada por su marido, porque este es, uno de los más incompetentes gobernantes que hemos tenido.

La tercera consideración, tiene que ver con el gabinete. Es obvio que por su conjunto -con algunas solitarias personalidades confiables, destacadas-; es el peor gabinete de la historia de los últimos 60 años. Nada que ver con el gabinete de Villeda Morales, López Arellano; e, incluso de Manuel Zelaya. Mayoritariamente integrado por activistas, sin experiencia; e incluso algunos, abusando impúdicamente de pública mediocridad. Y sin dirección, porque carece de liderazgo. En el de López Arellano, el llamado “gabinete de lujo”, fue coordinado por Ricardo Zúñiga; el de Reina, por Walter López; y el de Flores, por Gustavo Alfaro, hábiles políticos, expertos ejecutivos, conocedores de la administración pública. En vez de la competencia para anticipar resultados, el criterio básico ha sido la confianza y la lealtad a los intereses de la familia, muy comprometidos incluso, con la lealtad partidaria. Pero si no tiene en su conjunto méritos, tampoco tiene unidad interna, fuera de las lealtades rurales indicadas. Y, lo peor sin liderazgo ejecutivo, porque “Mel” Zelaya carece de competencias para ello. Y al final, lo peor y lógico en este descuadre: su accionar, no ha estado relacionado con el proyecto de gobierno contenido en su Plan Bicentenario del que nadie se acuerda siquiera. Incluso algunos ministros -caso de Roque Sandoval, Rixi Moncada y Milton Benítez, contradictorios; e incluso, innecesariamente conflictivos con importantes sectores.

En este escenario, hay que agregar que el gobierno de Castro -que no es suyo, sino que, del marido, hijos, nietos, cuñados, primos- no ha tenido buena oposición. Esta se ha llamado al silencio, sin hacer el acompañamiento crítico que exige el sistema democrático. El PN, no ha hecho, crítica seria alguna para obligar a Libre a enmendar. Apenas, ha celebrado los errores garrafales, esperando que los daños cometidos por Libre contra el país, le redituará votos en las próximas elecciones. El Partido Liberal, por su complacencia vergonzosa, tampoco ha facilitado las cosas; ha transado por canonjías menores, vendiendo silencio, entregando aplausos hipócritas; y aportando píldoras farmacéuticas, engaña bobos. La pregunta obligada, es si, ¿se podían anticipar resultados favorables para Honduras y sus habitantes, hace dos años? Claro que no. Quienes lo creyeron, fueron ingenuos. Se engañaron en lo plano. Si no se echa agua en el cántaro, no hay que extrañarse cuando se encuentra seco. Pedirle a Libre, resultados tangibles, diferentes a los que ha dado, es injusto. Tonto.