Foto cortesía de la Red Migrante GT

Las pupusas el platillo típico de los salvadoreños sirven en la fronteriza Tijuana, México, como un aliciente para financiar las necesidades de un albergue de migrantes en donde no solo son atendidos salvadoreños sino todos aquellos que huyen de la pobreza y la violencia del Triángulo Norte de Centroamérica.


La pupusería “Bendición de Dios”, que comenzó a operar como un sencillo negocio de sostenimiento está ubicada a unos pasos de la valla metálica que divide a México y EE.UU. , y todos en Tijuana saben que no fue creado por algún emprendedor buscando el codiciado mercado estadounidense, sino por mujeres centroamericanas que esperan allí mientras avanzan sus solicitudes de asilo, un proceso que toma varios meses, describe uno de los periodistas de la cadena Univision, que visitó el lugar.


De acuerdo con la cadena hispana la pupusería abrió como una medida desesperada para conseguir dinero, porque el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador cortó una partida presupuestaria que los gobiernos anteriores destinaban a los albergues situados a lo largo de la frontera. Solo Baja California y Tamaulipas dejaron de recibir más de $2.1 millones, vitales para quienes más reciben migrantes y deportados.


“En mi vida había hecho una pupusa”, contó a Univision, Teresa, una madre hondureña que desde finales de junio llegó a Tijuana acompañada de sus dos hijos de 10 y 12 años. “A la encargada del albergue se le ocurrió la idea, nos dijo que ella podía hacerlas y nos enseñó”, contó.


Preparar unas 100 pupusas diarias y elaborar los alimentos en el albergue es una terapia ocupacional para esta madre. “Eso me ayuda bastante, porque se pasa un poco más rápido el tiempo”, y recuerda que una paisana suya que también estuvo al frente de la pupusería no pudo más y se regresó a su país. Llevaba mucho tiempo esperando a que aprobaran su trámite de asilo. Nada pasó.


Todos los días de 3:00 de la tarde a 9:00 de la noche, la “Bendición de Dios” es operada por mujeres migrantes. El negocio abrió en agosto y todas las ganancias son destinadas a la manutención del refugio “Movimiento Juventud 2000”, que cada día atiende a unas 100 personas, la mayoría solicitantes de asilo.


Meses atrás el negocio consiguio notoriedad impulsado por redes de migrantes de Guatemala, Honduras y El Salvador.


El encargado del albergue, José María García, dice que les quedaron pocas opciones tras el recorde del gobierno mexicano. “No hay ni un centavo para las organizaciones. Eso nos afectó completamente porque ahora nos mantenemos de grupos altruistas que nos dan comida y ropa”, señala.


La decisión de AMLO significó un recorte de cerca de $26,000 para el albergue “Movimiento Juventud 2000”, esto es el 50% de su presupuesto anual. Desde enero les brindó la mano a unas 1,800 personas. “Tuvimos que entrarle al negocio de las pupusas ¿Quién paga el gas? ¿La luz? ¿El agua? Todos los días nos bañamos”, detalla García al enumerar las obligaciones para las que ya no tenían dinero.