Los salvadoreños tenemos el orgullo de tener elecciones libres, transparentes, pacíficas y democráticas desde que en 1982 elegimos a una Asamblea Constituyente que redactó la actual constitución. Durante estos 39 años, se han electo ocho presidentes de la República y 12 parlamentos.

Esto es algo que debe continuar. Es un legado que no se puede arruinar y es la garantía máxima de nuestra democracia. La responsabilidad primaria es del Tribunal Supremo Electoral en el sentido de la organización de las elecciones, capacitar y supervisar las Juntas Receptoras de Votos, proveerles los materiales necesarios y garantizar que el voto popular se cuente de manera justa.

Es fundamental que los líderes de los partidos políticos, los jefes de las fracciones legislativas y hasta el presidente de la República y los otros órganos de Estado, respeten los resultados electorales. Deben ser responsables en sus declaraciones y en el liderazgo que ejercen entre sus seguidores, evitar a toda costa la violencia o la confrontación y mucho menos el vandalismo. Las autoridades policiales y militares deben contribuir a la seguridad de la elección y de los votantes, sin interferencia alguna en el proceso.

Si los líderes políticos actúan irresponsablemente, podremos meter al país en una vorágine de violencia y caos como la que Donald Trump alentó en Estados Unidos y que ha causado tan pésima imagen por sus malas prácticas. La comunidad internacional debe estar vigilante hacia la limpieza de nuestras elecciones así como a que todos los actores políticos respeten los resultados categóricamente.