No habían pasado ni tres minutos. El Manchester dominaba sin demasiados apuros con un Everton que todavía no había hecho pie en el encuentro. En la primera jugada de cierto peligro, un buen balón de Lindelof lo controló Rashford, muy pegado al extremo diestro. Dalot, como una bala, le ofrecía una opción ofensiva por dentro. El inglés se la dio y el portugués lanzó un balón que parecía ir a tierra de nadie.
A partir de ahí, la magia de Garnacho. Al chico al que casi todo le sale bien sólo le faltaba un gol de crack para confirmarse como tal. Una chilena con la pierna derecha tan necesaria como estética para cazar la pelota alrededor de los dos metros del suelo y ponerla en la escuadra contraria del portero local. Dificultad la altura y la carrera, de espaldas al arco. Después, la celebración. A lo Cristiano, como cuando el portugués hizo lo propio en Turín contra la Juventus. No es casualidad que lo apoden el 'Bichito'. Y caras de no creérselo entre sus compañeros.