La historia de la letra "ñ" inició como símbolo en la Edad Media, según un artículo de la BBC. Su nacimiento se desprendió con la evolución del latín y a partir de este también surgió su sonido nasal y palatal.
En el siglo IX transcribian de modos distintos el sonido:
➡Una doble 'n' ('nn') como en la palabra 'anno' (año) ➡Un 'gn' como en la palabra 'lignu' (leño) ➡Un 'ni' seguido de una vocal como en la palabra 'Hispania' (España)
Sin embargo, los copitas optaban por la primera opción "nn" y, los mismos, le colocaron la vírgula encima de la "eñe" contemporánea. Este método permitió "ahorrar pergamino y facilitar el duro trabajo de los monjes escribanos, y es por eso que el uso de abreviaturas era muy común en la época", indicó la profesora de la Universidad Salamanca, Gómez Ascencio.
Fue en el siglo XIII, donde el rey Alfonso X el Sabio estableció las primeras normas del castellano dejando como opción la "ñ" para el sonido.
En 1492, por primera vez, Antonio de Nebrija, introdujo la "eñe" en la gramática. Sin embargo, el italiano y el francés se decantaron por la 'gn' ('Pologne', 'Spagna'), el portugués quedó con la 'nh' ('Espanha') y el catalán prefirió la 'ny' ('Catalunya', 'Espanya').
La "ñ" existe (en España) en el asturiano (bable) y el gallego, en América Latina tiene presencia en el aymara, el guaraní, el quechua, el mixteco, el otomí, el mapuche y el zapoteco (estas son lenguas indígenas).