Cultural y colectivamente la palabra castigo se encuentra asociada también a la palabra reivindicación. Una reparación a un menoscabo sufrido por una o varias personas, en muchos casos, haber perdido a seres queridos a manos de un autor o un conjunto de estos.

Obedeciendo a la influencia del cristianismo en muchos países, así como el mismo sincretismo de otras religiones o costumbres, el castigo como tal está presente desde los anales de nuestros tiempos. Según relatos bíblicos (versión Reina Valera 1960, libro de Génesis, capítulo 3) podemos leer el primer castigo para la humanidad. Se menciona la sanción a una acción que ha contravenido el orden normal y correcto de las normas de convivencia, una expulsión del paraíso del Edén (castigo) tras el cometimiento de desobediencia; luego, en el capítulo 4, leemos de un maldecido destino errante (castigo) por el mundo de un hombre quien mató a su hermano. Sentencias emitidas por el Creador de todo sobre esta faz.Más adelante, siempre en el llamado libro universal, específicamente en el libro de Éxodo, capitulo 21 versículo 24 encontramos una ley del Talión; que antepone la justicia retributiva. Esta ley, que si bien está integrada en el Antiguo Testamento, data de mucho más años atrás al encontrar las primeras versiones en el Código de Hammurabi ( es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados en la antigua Mesopotamia).



Todo lo anterior nos demuestra que la humanidad siempre ha estado o al menos ha buscado tener un equilibrio moral o ético por medio de un ordenamiento jurídico, basado en enseñanzas primigenias. Pero, sabemos que en ocasiones el deber ser colisiona con principios básicos del mismo ordenamiento, aún más, con la esencia misma que no es otra que la vida en sí.

Con la proclamación en 1948 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, luego de una cruel y devastadora segunda guerra mundial, se marcó un hito en la historia en materia de derechos humanos. En su capítulo 3 dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Salvaguardando ante todo con esto la vida, declarando que cada vida importa y vale. Un ideal común para todos los pueblos y naciones. Pero ¿qué sucede cuando en el colectivo social existe alguien que no tiene la valía y el respeto en concordante con y para la vida misma y transgrede con total saña tal principio básico?

Acá intervienen factores culturales, sociales y religiosos de cada sociedad. Con esto exponemos que cada sociedad tiene sus propias afectaciones y niveles delictuales. No debe romantizarse a la Declaración Universal de Derechos Humanos, pues sabemos que es un ideal a seguir por todas las naciones, pero como tal un ideal a lograr. Si bien es de recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se decretó en un espíritu indignado por el horror y efectos trágicos del atropellamiento de todo derecho humano acontecidos en Europa por parte del Nazismo, es de comprender que cada sociedad tendría su propio desarrollo y afrenta a los retos que el devenir presentaría.

Cuando volvemos la vista hacia otras naciones de orden fundamentalista, comprendemos que el valor hacia la vida es relativo, y está sujeto a creencias religiosas y costumbres. Es una realidad que los derechos humanos en nuestros días no están globalizados. Y es que el valor e importancia a la vida debería de notarse desde antes de nacer cada individuo, pero volvemos con esto a perseguir un ideal que cada nación debería haberse propuesto antes de pensar en la eliminación de individuos que transgreden la ley.
Después de todo es un producto del siglo anterior lo desechable, lo que ya no sirve, y es en esa categoría son observados la gran parte de individuos que han violado la ley, a los que la dignidad les ha dado la espalda.

Cada ordenamiento jurídico sanciona y condena según su legislación, algunos con penas más tolerables que otras. Lo cierto es que la pena de muerte ha sido aplicada en países con un alto porcentaje de habitantes seguidores al cristianismo, ejemplo de ellos es Estados Unidos, en algunos de sus estados y aunque fue derogada se aplicó en razón del daño infringido y como escarmiento a futuros criminales. Recurriendo a esta paradoja no olvidemos la dualidad eterna del bien y mal presentes desde el inicio de la humanidad.
En esta idea, debe ser una búsqueda constante el ideal de cada nación el poder tener y utilizar políticas de Estado (sociales, económicas) que mejoren los niveles de vida de sus habitantes, en un marco jurídico con los pilares de dignidad y equidad.

Ivette María Fuentes es licenciada en Ciencias Jurídicas