¿Cual es tu monte Ossa?
Martes 03, Septiembre 2024 - 5:45 AM
Cada vez que alguien cuenta la historia del monte Ossa, la conclusión final es que todo se puede conseguir con esfuerzo y sabiduría.
Alejandro Magno, era hijo del rey Filipo II de Macedonia y de Políxena de Epiro, llamada así por la princesa de Troya a la que el héroe Aquiles había amado hasta llevarlo al desastre. Algunos autores afirman que Políxena esparció rumores por la corte de que Alejandro no era hijo de Filipo, sino que la concepción había sido una obra divina. En el 337 a. C., el rey la repudió, por lo que tuvo que irse exiliada a su Epiro natal. Los planes del rey incluían casarse con una noble macedonia, Eurídice, que podría darle un heredero de sangre pura y no un hijo espurio como Alejandro, debido a los rumores.
Lo cierto es que Filipo no llegó a tener más hijos, es así como Alejandro accedió al trono de Macedonia en 336 a. C. Sin embargo, las polis griegas aprovecharon el momento para rebelarse contra el trono y exigir su independencia. Tebas y Atenas no querían seguir bajo el reinado macedonio, pero no contaban con la contra inteligencia eficaz del nuevo monarca. Alejandro movilizó sus tropas en dirección a Grecia, para controlar la sublevación. El camino más rápido era a través del paso del Temple, a los pies del monte Ossa. No obstante, allí se habían establecido los soldados de Tesalia.
Quienes eran guerreros experimentados dispuestos a frenar el avance de Alejandro, de modo que era un cuello de botella donde tenían las de ganar. Alejandro era consciente de que no podría atravesar el paso y que una batalla directa contra los tesalios le haría perder muchos efectivos. Era su primera batalla y no se podía dar el lujo de perder, todo el mundo helénico miraba hacia él, con un trono recién ganado y las sospechas en su propia corte de haber ordenado la muerte de su padre. El monte Ossa era un lugar hostil que estaba junto al mar, y no había forma de rodearlo ni de escalarlo. La única vía de acceso era el paso del Temple, ante este escenario imposible Alejandro, diseñó una estratégica brillante, de las que marcaron su vida y cambiaron el destino del mundo; ordenó tallar una escalera en la montaña Ossa.
Llevó hasta allí a quinientos esclavos de las minas de la región, a los que prometió la libertad y una buena recompensa si lo conseguían en solo diez días. Es así como empezaron a trabajar por el lado de la montaña que daba al mar, sin que los tesalios pudieran verlos, y lograron la hazaña en solo siete días.
Alejandro lideró a tres mil de sus soldados en un avance nocturno a lo largo del monte Ossa que los llevó directamente a la retaguardia de los tesalios. Al amanecer, el paso del Temple estaba dominado por soldados macedonios en ambos extremos y los tesalios se veían impotentes para huir de la trampa. Su general no tuvo más salida que rendir el lugar y permitir que Alejandro continuara su camino sin una sola baja en su ejército. Ahí empezó la leyenda. Alejandro no era solo un monarca joven, sino un genio militar, con la capacidad de construir un imperio. Era el año 335 a. C., el comienzo de una época gloriosa.
Cada vez que alguien cuenta la historia del monte Ossa, la conclusión final es que todo se puede conseguir con esfuerzo y sabiduría. Pero Alejandro no solo hizo eso, sino que buscó su propio camino, aunque tuviera que tallarlo en la montaña. Los obstáculos no solo se superan con esfuerzo y valentía, sino que a veces hay que buscar otras maneras de hacer las cosas, incluso construir tu propia escalera, para derribar las fortalezas que nos detiene, nadie dijo que la vida era fácil, no, recuerda que los obstáculos deben ser el aliciente que te impulse a ser esforzado, con tu confianza puesta en el Señor Jesucristo.
El Apóstol Pablo lo dijo así: Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta. (2 Corintios 10:3-6)