¿Dónde está Félix hoy?
Pero a pesar de su partida violenta tras un atentado ejecutado por un escuadrón de la muerte, Félix el grande –rector mártir de la Universidad de El Salvador, comprometido y metido de lleno en las entrañas de su pueblo– se quedó neceando siempre para que esa institución, alma mater de tantas y tantos estudiantes y profesionales, no muera.
Fue inmolado hace 44 años y así se fue, como tal, con ese nombre y el apellido Ulloa. Se fue físicamente y nadie lo sustituye en el presente. Pero a pesar de su partida violenta tras un atentado ejecutado por un escuadrón de la muerte, Félix el grande –rector mártir de la Universidad de El Salvador, comprometido y metido de lleno en las entrañas de su pueblo– se quedó neceando siempre para que esa institución, alma mater de tantas y tantos estudiantes y profesionales, no muera. Tampoco el quehacer del científico y el ejemplo humano de este notable personaje nacional. A ese Félix no hay quien lo desbanque; no hay quien haya ocupado su lugar ni quien se haya puesto su armadura para luchar desde la cátedra, con su contextura académica y revolucionaria, contra la actual dictadura. No lo hay, pero ahí está su legado inspirador que no puede ni podrá ser desmerecido. Por ello, siempre será recordado y eternamente respetado.
El 28 de octubre de 1980, a plena luz del día, fue perpetrado el atentado criminal en su contra a inmediaciones del campus universitario. No falleció en el momento, pese a que el vehículo en el que se conducía fue impactado por más de un centenar de balas asesinas; quien murió instantáneamente fue su motorista, Francisco Alfredo Cuéllar Meléndez. Al ingeniero Ulloa, quien tenía poco más de un mes de haber cumplido 51 años, lo trasladaron a un hospital privado en donde dejó de existir físicamente durante el día siguiente. Tomó posesión del cargo más alto en la única casa de estudios superiores estatal del país, como lo es hasta la fecha, en agosto de 1979. Meses después, cuando los tambores de guerra retumbaban, esta fue intervenida militarmente el 26 de junio de 1980.
Dicho atropello brutal y sangriento en perjuicio de la autonomía y las autoridades universitarias, del estudiantado y el personal administrativo fue más fiero que los ocurridos hasta entonces: los consumados el 2 de septiembre de 1970 –cuando mi padre era secretario general de esa institución académica– y el 19 de julio de 1972, cuando recién había tomado posesión el coronel Arturo Armando Molina como presidente de la república, impuesto mediante un burdo y descarado fraude electoral vilmente realizado meses antes.
En esa época, igual que ahora, el régimen despótico pretendía asfixiar económicamente a la entidad a cargo del rector Ulloa. Defensor acérrimo de la referida autonomía, como su autoridad máxima encabezó manifestaciones de protesta exigiendo tanto el respeto de la misma como un presupuesto justo y suficiente para su debido funcionamiento. Él no pronunció hipócritas promesas demagógicas, como otros; nomás lo hizo y ya. Eso no era bien visto por el oficialismo. Pero, además, firmó el acta de constitución del Frente Democrático Revolucionario –el FDR– para sumarse a ese esfuerzo popular unitario.
Esto último ocurrió iniciando marzo de 1980, luego del surgimiento de la Coordinadora Revolucionaria de Masas hecho público el 11 de enero de dicho año y de su "presentación en sociedad” once días después, mediante una grandiosa manifestación nunca antes vista. La llamada Junta Revolucionaria de Gobierno tenía sobradas razones para temblar, por lo que se incrementó la persecución de las cabezas visibles del movimiento popular; una de estas, obviamente, era la del ingeniero Ulloa que ya desde antes estaba en la mira del terrorismo estatal y oligárquico activado en su contra ese fatídico 28 de octubre de hace 44 años.
Acá ‒desde entonces y hasta la fecha‒ ningún gobernante, fiscal y juez ha movido un dedo para impulsar en serio la investigación, el juzgamiento y las sanciones respectivas de los responsables imprescindibles de este magnicidio: quienes lo ordenaron. Por esa inactividad deliberada del poder político y el sistema de justicia nacional, desde el 4 noviembre del 2011 solicitamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos iniciar el trámite respectivo. Dicha petición fue admitida el 5 de septiembre del 2021; a la fecha, se espera culminar ese esfuerzo con una sentencia condenatoria del Estado salvadoreño dictada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la violación de los derechos a la vida, la integridad personal, las garantías judiciales y la protección judicial.
¿Dónde está Félix hoy?, pregunté. Pues, como él escribió en uno de sus poemas, lejos de "los envilecidos” que permanecen "a oscuras con sus almas opacas”. De eso, estoy convencido. También en nuestra memoria porque ‒en sus palabras‒ son "dichosos los pueblos que recuerdan a sus muertos, pues ellos vivirán para siempre”. Finalmente, está apuntalando a nuestra alma mater que "se niega a morir” a pesar de todo y de todos sus enemigos que hoy, igual que ayer, la quieren liquidar.