El destino de los malos
Martes 23, Julio 2024 - 5:10 AM
La envidia es el dolor que sobreviene por el bien ajeno. Se genera cuando no tenemos temor a Dios, y en el corazón hay un sentimiento de inconformidad, y esto es así porque medimos nuestros logros a través de los otros, y no en función de la bondad de Dios.
El Salmo 73:1-3 dice así: "Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos” es decir, que para el cantor Asaf quien es autor de este Salmo, las personas malas prosperan sin hacer mayor esfuerzo, en cambio los justos padecen necesidad. Lo cual significa que no siempre habrá justicia inmediata para las personas buenas, pero si existe la certeza que Dios hará justicia en su tiempo, de modo que el final de las personas malvadas, es terrorífico.
Ahora bien, la envidia es una pasión negativa que carcome el alma. Es importante ser prudente, y entender que no todas las personas que prosperan, lo hacen con honestidad y mesura. Desde otro ángulo puede ocurrir que la envidia le amargue a una persona el éxito de otro. Veamos esta historia: El rey de un lejano país quiso saber durante una discusión si era peor la envidia o la tacañería. Para averiguar la respuesta a este interrogante mandó llamar a dos hombres: al más envidioso y al más tacaño de todo el reino. Cuando los tuvo al frente les dijo: "Cada uno de ustedes, pida lo que quiera. Pero le daré el doble al otro”
El tacaño se sintió muy incómodo. Al pedir algo, también estaría dando algo. Al envidioso le pasó algo similar. El tacaño dijo entonces que no deseaba nada. Si no le daban nada a él, tampoco le darían al otro. Llegó el turno del envidioso y este dijo: "deseo que me saquen un ojo” Una persona envidiosa está dispuesta a sufrir, si con ello logra que el otro sufra más. La envidia es el dolor que sobreviene por el bien ajeno. Se genera cuando no tenemos temor a Dios, y en el corazón hay un sentimiento de inconformidad, y esto es así porque medimos nuestros logros a través de los otros, y no en función de la bondad de Dios.
La envidia puede tener cura y la forma de hacerlo es acudiendo a Dios, el cual dará la oportunidad que desarrollemos la compasión frente al prójimo, que se ha esforzado legítimamente par lograr el éxito que tiene, ya que no puede haber gloria sin esfuerzo ni riquezas bien habidas sin honorabilidad. En el caso de Asaf, enfoca la envidia frente a los impíos: dice que "No pasan trabajos como los otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; Se cubren de vestido de violencia, Los ojos se les saltan de gordura; Logran con creces los antojos del corazón. Salmo 73:5-7.
Esto lo podemos ver ante las detenciones injustas que viven miles de familias salvadoreños, que no son escuchadas por ninguna autoridad de El Salvador, mas bien se sienten impotentes frente a un sistema de justicia que aplasta su esperanza y que en automático declara culpables a sus parientes de un crimen que no han cometido, de estos ya han salido mas de 7,000 salvadoreños que las autoridades reconocen que es el margen de error, es decir que los detuvieron de forma arbitraria y que muchas de estas personas han quedado con una secuela enorme, además de haber sufrido los vejámenes de los carceleros.
También han muerto en las cárceles de El Salvador, alrededor de 300 personas, de las cuales no hay ninguna explicación de parte de las autoridades, ni un pésame para estas victimas, al contrario, se han invisibilizado y lo que es peor, no se les dio la oportunidad de defenderse legítimamente como lo mandata la Constitución, de modo que murieron con el oprobio, que las autoridades de forma per se los declaro pandilleros, sin haber sido oídos y vencidos en juicio. Como si se tratase de un campo de concentración al estilo Nazi. Creo que todos los salvadoreños estamos contentos con que haya paz.
Pero no a costa de mas vidas humanas, esta bien que se encarcelen a los pandilleros y que se les aplique todo el rigor de la ley, pero no esta bien que por una simple llamada, un compatriota termine en una cárcel, que dicho sea de paso no tiene antecedentes penales ni policiales vinculados a pandillas, ni tampoco cuenta con una orden de captura de un juez, tarde o temprano la justicia de Dios prevalecerá frente a todos los que han actuado de mala fe contra estos hermanos salvadoreños. Asaf concluye así: "Hasta que, entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos”