El año ya casi termina y varias decisiones estratégicas para el país siguen sin poder tomarse.

Las votaciones que estas requieren, necesitan del consenso entre los principales órganos de Estado, y nos referimos a temas tan sensibles como la aprobación de la Ley del Presupuesto, la aprobación  -en el breve plazo otorgado por la Sala de lo Constitucional- de una verdadera Ley de Reconciliación y la revisión del Sistema Público de Pensiones.



A todo lo anterior, se sumará y, sumándose la propuesta de analizar un posible aumento del salario mínimo a propuesta del Gobierno en días recientes.

Son o más bien, serán las decisiones que forjarán el futuro inmediato de varias instituciones involucradas, que definirán el alcance de los derechos de los gobernados y que deben hacer posible el bienestar común y la buena marcha del Estado.

El tiempo no espera, y la mora en las materias que aquí se apuntan, condicionan irremediablemente el aprecio de la población por sus políticos.

El enorme riesgo es que sigamos en la inmovilidad que en las últimas décadas provocó la polarización política entre el FMLN y ARENA, cuando se bloqueaban mutuamente. La ironía de la historia es que ahora estos dos se han unido para bloquear a un tercero y tampoco eso es bueno ni será bueno para El Salvador y los salvadoreños.