Ese siniestro espejo nicaragüense
Lunes 06, Enero 2025 - 5:30 AM
Michael Healy fue capturado el 21 de octubre de 2021. Sin haber sido nunca complaciente con Ortega, tuvo la desgracia de sufrir las mismas consecuencias que los verdaderos responsables.
Cuando un año termina y comienza otro, la prensa suele publicar obituarios mediante los cuales rinde homenaje a las celebridades que han fallecido en los últimos 365 días. Aunque me gusta esta tradición periodística, pienso que también pueden evitarse los óbitos obvios y escribir sobre personas que, por una razón u otra, no figurarán en esas listas globales de nombres.
Este ejercicio no es sencillo de hacer. Por supuesto que me encantaría reseñar, por ejemplo, a Maggie Smith (fallecida el 27 de septiembre a los 89 años), cuyo inolvidable rostro británico llenó con tanta maestría la gran pantalla. Roger Corman, el prolífico productor de cine independiente en Estados Unidos, murió el 9 de mayo. Philip G. Zimbardo, el influyente psicólogo neoyorkino que hizo aportes notables al estudio del comportamiento humano e investigó sobre nuestra propensión al mal —su controversial experimento de la prisión de Stanford, en 1971, sigue siendo un hito—, nos dejó el 14 de octubre. Y qué decir de la gentil Ethel Skakel Kennedy, esposa del asesinado Robert F. Kennedy y madre de sus once hijos, que era la única sobreviviente de aquella generación de políticos jóvenes que enamoró a América, finalmente fallecida, con 96 años, el 10 de octubre.
De todas estas figuras, estoy seguro, se dirá bastante en estas fechas. De quien dudo se hable mucho —fuera de su natal Nicaragua— será de Michael Healy Lacayo, que el 25 de enero de 2024 murió de un ataque al corazón en Panamá, el último de sus destinos tras el destierro al que lo había condenado la binaria dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
"Mike” Healy fue el productor agrícola que tomó las riendas del Consejo Superior de la Empresa Privada, COSEP, en septiembre de 2020, sustituyendo al tristemente célebre José Adán Aguerri, justo cuando el régimen nicaragüense preparaba la ola de represión que llevaría a decenas de opositores, sacerdotes y líderes sociales a la cárcel.
"Chanito” Aguerri estuvo al frente de la cúpula empresarial de Nicaragua por espacio de 13 años, tiempo durante el cual fue reelegido unas once veces consecutivas. Apoyado por los millonarios más poderosos del país, Aguerri fue tétricamente funcional al "modelo de consenso y diálogo” instaurado por Ortega, un modelo que consistía en permitir que el dinero siguiera llenando los bolsillos del gran empresariado mientras la dictadura se consolidaba con tranquilidad en todos los demás ámbitos. "Chanito” no solo encarnaba esta vergonzosa entrega de su país en manos de la dictadura, sino que se enorgullecía de hacerlo. Aunque en varias ocasiones se le advirtió de que aquella situación era política y socialmente insostenible, Aguerri prefería jactarse del poder real que parecía tener, pues daba órdenes a ministros y diputados con la anuencia de Ortega. En la práctica, se comportaba como lo que probablemente era: un funcionario público, pues trabajaba a tiempo completo en el COSEP y nunca demostró que percibiera ingresos provenientes de otras actividades.
Cuando en abril de 2018 estalló la crisis en las calles y plazas de Managua, "Chanito” quiso ponerse del lado correcto de la historia. Por desgracia, la decisión era tan tardía, que no hubo modo de tomarla con verdadero espíritu de lucha. Cuando en los primeros días del alzamiento popular las gremiales tuvieron la oportunidad de respaldarlo con acciones audaces y determinantes —lo que habría provocado la caída de Ortega—, Aguerri tuvo una última falta de coraje que le resultó fatal. Su larga complicidad con el régimen, hasta ese momento, le había dado únicamente dividendos: ahora ya solo le pasaría facturas.
Michael Healy, por tanto, fue llamado a ocupar el liderazgo del Consejo en el peor momento posible, cuando la cúpula empresarial había perdido toda autoridad moral para hacer reclamos y los ríos de sangre derramada también teñían las conciencias de numerosos directivos gremiales, culpables del desastre por acción o por omisión.
Incomprensiblemente, hay "líderes” empresariales en nuestras tierras centroamericanas que llaman "prudencia” al silencio cobarde, o le dan el retórico nombre de "enfoque técnico” a la indecorosa habilidad de hablar de la economía o de la justicia sin causar molestias al tirano de turno. Conmovedoramente ingenuos y pusilánimes, piensan que cruzarse de brazos mientras los dictadores desmantelan los sistemas democráticos les traerá beneficios y tranquilidad en el largo plazo. El triste destino del COSEP nicaragüense, ya desaparecido, debería despertarlos de ese sueño.
José Adán Aguerri fue arrestado el 8 de junio de 2021, junto a seis precandidatos de la oposición política. Condenado inicialmente a 90 días de prisión preventiva, su sentencia —13 años de cárcel— terminó justificándose bajo el delito de "traición a la patria”. En agosto de 2022 fue enviado a detención domiciliar por el evidente deterioro de su salud, pero la orden fue revocada tres meses después y el régimen le trasladó de nuevo a la lúgubre prisión conocida como "el Chipote”. Incluso su esposa, María Germania Carrión, fue llevada por la fuerza a un interrogatorio en noviembre de ese año. La represión ilimitada que él había ayudado a consolidar, en efecto, ya no tenía límites.
Michael Healy fue capturado el 21 de octubre de 2021. Sin haber sido nunca complaciente con Ortega, tuvo la desgracia de sufrir las mismas consecuencias que los verdaderos responsables. Encerrado y sentenciado con otros directivos del COSEP, fue uno de los prisioneros que mayores muestras de desgaste físico exhibió en pocos meses. Finalmente liberado por la tiranía en febrero de 2023, logró salir junto con Aguerri hacia los Estados Unidos, en una medida unilateral que buscaba, más que demostrar humanidad, quitarse la presión de tanta denuncia internacional alrededor de los presos políticos. Lamentablemente, ni siquiera un año sobrevivió Healy a su excarcelación y destierro.
Los obituarios de 2024 se llenarán de elogios, merecidos o no, a celebridades que nos dejaron. En estas líneas he querido destacar la muerte de la moralidad de la cúpula empresarial nicaragüense para recordar que el miedo y la complicidad con los déspotas se pagan caro.
•Federico Hernández Aguilar, Escritor y colaborador de Diario El Mundo