Harry Belafonte, el cantante que introdujo los ritmos caribeños en la música estadounidense y defensor de los derechos de las personas de color, falleció este martes 25 de abril en su residencia de Manhattan, debido a una insuficiencia cardíaca. Tenía 96 años.

Nacido en 1927 en Harlem, de madre jamaicana y padre francés de Martinica, el también actor pasó parte de su infancia en Jamaica antes de regresar a Nueva York, en una mezcla de culturas que influyeron en su música y en su cruzada por la igualdad racial.



El calipso de Belafonte, un género caribeño con influencias de África Occidental y Francia, le catapultó en un contexto de prosperidad tras la Segunda Guerra Mundial. Su tercer álbum, “Calypso” (1956), que incluía su emblemática canción “Day-O (The Banana Boat Song)”, fue el primer LP que vendió más de un millón de copias en Estados Unidos.

Mientras la crítica consideraba que era música de baile para sentirse bien, para el autor era la incitación a la rebelión de los trabajadores que exigían salarios justos.

Belafonte “utilizó su plataforma casi de manera subversiva porque podía colar mensajes revolucionarios”, dijo el cantante John Legend este martes, en un evento de la revista Time. “Cuando la gente pensaba que simplemente cantaba sobre los buenos tiempos en las islas, estaba enviando mensajes de protesta y revolución”, agregó.

En 1954, el artista se convirtió en el primer afroestadounidense en ganar un premio Tony, por su papel en el musical de Broadway “John Murray Anderson’s Almanac”. Seis años después ganó un Emmy por “Tonight with Belafonte”, su programa musical de televisión. También ganó tres Grammy por su música.

Y en 1957, protagonizó la película “Island in the sun”, en la que interpretaba a un político que tenía una relación con una mujer de la élite blanca, una de las primeras producciones de Hollywood sobre relaciones interraciales.

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A través de su portavoz, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, destacó “su dedicación inquebrantable y una generosidad sin límites” en una vida “dedicada a la lucha por los derechos humanos y contra la injusticia en todas sus formas”. Embajador de buena voluntad de Unicef por 36 años, el legado de Belafonte incluye “la defensa de la atención primaria de salud, el tratamiento del VIH/SIDA y el acceso gratuito a la educación para todos”, resaltó por su parte la directora de la organización, Catherine Russell.

Cuando el movimiento por los derechos civiles cobró impulso, Belafonte se convirtió en confidente de Martin Luther King y aportó su propio dinero para apoyar la causa. “Cuando la gente piensa en activismo, siempre piensa que conlleva algún sacrificio, pero yo siempre lo he considerado un privilegio y una oportunidad”, resaltó en una ocasión.

Belafonte invitó a King y al pastor de Birmingham, Alabama, Fred Shuttlesworth, a su apartamento de Nueva York para planificar la campaña de 1963 con el fin de integrar a la ciudad sureña, notoriamente racista. King fue detenido en Birmingham, pero Belafonte recaudó $50,000 -unos $400,000 en valor actual- para pagar su fianza.

“La popularidad mundial de Belafonte y su compromiso con nuestra causa es un ingrediente clave para la lucha mundial por la libertad y un arma táctica poderosa en el movimiento por los Derechos Civiles aquí en Estados Unidos”, dijo King sobre su benefactor.