Dos episodios de intolerancia y violencia social fueron profusamente comentados la semana pasada y han terminado en capturas y procesos judiciales, gracias a las denuncias hechas por la ciudadanía con filmaciones que se difundieron ampliamente en redes sociales.

Se trató de la agresión de un empleado de una empresa de helados a un adulto mayor y de un motorista de microbús a otra persona. En ambos casos son señalados por el delito de lesiones, un delito que desde el año pasado, se ha vuelto de los más denunciados en El Salvador.



Hace un par de semanas ocurrió también otro incidente que refleja cómo la violencia también inunda el deporte, cuando durante el medio tiempo de un partido de liga mayor en Usulután, aficionados de Firpo y Águila se enfrentaron en una lucha encarnizada hasta que poco después llegó la Policía Nacional Civil a detener la refriega.

En El Salvador tenemos un problema serio de violencia y no es solo debido a las pandillas, que son su máxima expresión. En el pasado reciente hemos visto hasta asesinatos entre vecinos por disputarse un parqueo. Estos hechos deberían llamarnos a una profunda reflexión como sociedad.

Esa violencia e intolerancia también se ve reflejada a la hora de expresar opiniones en redes sociales, donde se ha perdido la capacidad de argumentar a favor o en contra de un hecho o de un funcionario y se destila odio, confrontación, intolerancia, insultos. No vamos a mejorar en una sociedad violenta e intolerante, un país necesita armonía y tolerancia para poder construir su futuro y vivir bajo un Estado de Derecho.