El trabajo doméstico y de cuidado sigue siendo una de las restricciones menos visibles pero más severas para el crecimiento de las MYPES en El Salvador. Cada día, gran parte del empresariado enfrenta una doble jornada que resta horas al negocio, limita la rentabilidad y reduce la capacidad de invertir en formación, innovación y expansión. Aunque este esfuerzo no aparece en los balances contables, su costo económico y social es inmenso.

Según el informe sobre El Estado de la MYPE 2025. La otra cara de la economía, elaborado por el Observatorio MYPE de FUSAI y FLACSO, más de seis de cada diez empresarios MYPE realizan tareas domésticas sin recibir ningún tipo de remuneración. Un tercio cuida de personas dependientes en las mismas condiciones. En total, esta carga representa 4.1 horas diarias que se restan al tiempo que podría destinarse a gestionar clientes, mejorar productos, abrir nuevos mercados o planificar el crecimiento. Para miles de microempresas de subsistencia y de acumulación simple, este sobrecosto de tiempo termina siendo la línea que separa la viabilidad de la vulnerabilidad.

La situación es todavía más pesada para las empresarias. Ellas dedican en promedio cinco horas diarias al trabajo doméstico y de cuidado, frente a las 2.5 horas de los hombres. Esta diferencia no solo reduce su disponibilidad para el negocio, sino que profundiza brechas de ingreso y limita su capacidad de competir. El resultado es claro: menor crecimiento, menores ingresos y una participación más restringida en los sectores con mayor productividad.

Este fenómeno no ocurre en el vacío. Forma parte de una transición social profunda: la sustitución del modelo de un solo proveedor de ingresos por hogares donde trabajan dos personas o, en un número creciente de casos, donde una sola mujer sostiene la economía familiar. Sin embargo, cuando la incorporación de las mujeres al mercado laboral se suma a las responsabilidades no remuneradas sin que estas se redistribuyan, el efecto es contraproducente. La jornada laboral se vuelve interminable, el agotamiento aumenta y el bienestar no mejora. En términos de desarrollo humano, es un retroceso.

Para que este cambio represente una verdadera oportunidad, el Estado y el mercado deben asumir parte del trabajo de cuidado. Cuando esto ocurre, se libera tiempo para que las personas puedan estudiar, emprender, innovar y mejorar sus ingresos. También se distribuyen mejor las responsabilidades familiares y se reduce un conjunto de desigualdades que siguen frenando el crecimiento económico. Liberar tiempo es, en este sentido, una política pública con efectos directos en la productividad y el bienestar.

El vínculo entre cuidado y desarrollo es decisivo. Ningún país puede aspirar a un crecimiento sostenido si limita la expansión de las capacidades de su población. El cuidado en la primera infancia es la base que permite que futuras generaciones se incorporen al mercado laboral con mayores destrezas, mejor salud y mejores oportunidades. Sin esta inversión temprana, las naciones quedan atrapadas en un círculo de baja productividad, escasas oportunidades de empleo, insuficiente inversión y presiones fiscales que aumentan con el envejecimiento de la población. La evidencia internacional es contundente: donde hay sistemas sólidos de cuidado, hay más productividad, más empleo de calidad y mayores niveles de bienestar.

El Salvador, sin embargo, continúa cargando el cuidado casi por completo sobre las familias. La empresa privada participa poco y la ausencia de una red pública o de programas gubernamentales que liberen tiempo limita tanto el progreso social como la productividad empresarial. Esto contrasta con los países de alto desarrollo humano, que han expandido y profesionalizado sus sistemas de cuidado como parte de su estrategia de crecimiento. No es un gasto: es una inversión que genera retornos económicos sostenidos.

Pero esta carencia también abre una oportunidad para las MYPES salvadoreñas. Existe un campo fértil para nuevos emprendimientos vinculados al cuidado. Según el informe elaborado por FUSAI y FLACSO, más de la mitad del empresariado MYPE considera posible incursionar en este sector, aunque solo una cuarta parte estaría dispuesta a hacerlo de inmediato. Las principales barreras son la falta de financiamiento, de capacitación especializada y de reglas claras. Si el país impulsa una estrategia que combine incentivos financieros, apoyo técnico y un marco regulatorio adecuado, esta demanda latente podría transformarse en un motor de crecimiento. Guarderías, servicios para personas mayores, atención especializada y soluciones de apoyo en el hogar representan actividades económicas con potencial para generar empleo, liberar tiempo y elevar la productividad de todo el sistema empresarial.

El costo oculto del cuidado no remunerado ya está limitando el desarrollo del país. Transformarlo en un sector económico dinámico y en un servicio público básico es una decisión crucial que puede elevar la competitividad, mejorar el bienestar y reducir desigualdades que hoy parecen inamovibles. Dar este paso no solo beneficiará a las MYPES: beneficiará al conjunto de la sociedad salvadoreña.

*William Pleites, director de FLACSO El Salvador