Hace algunos años tuve la oportunidad de poder ser contratado como profesor auxiliar de la Universidad de Miami, en el área de Periodismo Latinoamericano. Mi salario anual iba a sobrepasar por mucho los $100,000, además de tener la posibilidad de residir, junto a mi familia, en Florida, Estados Unidos.

Concursé por la plaza, obtuve el primer lugar en cuanto a conocimientos y experiencia laboral y mi plan de trabajo fue el mejor. Me entrevistaron, viajé a conocer la universidad y a defender mi plan ante las autoridades académicas. Aquí fracasé porque la defensa tenía que hacerla en el idioma inglés, aunque las clases iban a ser en español. Me permitieron defender en español, pero al final me agradecieron y me dijeron que pese a mis capacidades y formación profesional en diferentes áreas la barrera del idioma era vital para negarme el contrato bianual prorrogable.



Desde luego lamenté mucho no hablar inglés ni siquiera a nivel intermedio. En la Universidad de El Salvador (UES) cursé inglés básico de una manera deficiente porque estudié para pasar la asignatura y no para aprender. En el colegio, cuando estudiaba bachillerato, las clases de inglés eran las ideales para salirnos del salón. En mi educación básica, el inglés era un juego. Total, soy un profesional que no habla inglés y nunca aproveché las ocasiones para aprender dicho idioma, mucho menos otros.

A mis alumnos, amigos, compañeros de trabajo, lectores y familiares vivo recomendándoles que siempre lean con sentido crítico, que aprendan a dominar lo básico de la tecnología y que aprendan otro idioma, de preferencia inglés. Hablar inglés y seguramente otro idioma, abre puertas laborales y por ende oportunidades de mejores niveles y condiciones de vida.

La semana pasada se conoció que el Ministerio de Educación ha presentado ante la Asamblea Legislativa la propuesta de Ley de Educación Superior, la cual, entre muchas consideraciones contempla como requisito de graduación la obligatoriedad del dominio intermedio (o un nivel mayor) de un segundo idioma.

La propuesta oficial no define cual ese ese idioma y con ello deja abierta la posibilidad para que las autoridades académicas de cada universidad definan que idioma (s) impartir. Incluso el método pedagógico o el sistema curricular, pues alguien puede ingresar como estudiante universitario teniendo dominio de uno o más idiomas diferentes al español y con ello ganar las equivalencias. Habrá universidades que lo impartirán como asignaturas electivas y tomando en cuenta la demanda real y práctica del idioma a enseñar.

Ahora cabe la pregunta, cómo se evaluará al egresado o graduando su nivel intermedio o dominio del inglés u otro idioma. Habrá alguna institución o será cada centro de educación superior el que evalúe con base a su autonomía, lo cual no parece muy adecuado, porque se prestaría para criterios interesados o para que se desvirtúe como ha sido con el famoso “servicio social”.

En este tema recordemos que, para los estudiantes de licenciatura, ingeniería, arquitectura, profesorado y técnico, se les exige un número determinado de horas sociales. Pero hay universidades privadas que han desvalorizado el servicio social y algunas cobran o piden “favores”. Conozco algunas personas que se graduaron y para que les extendieran la constancia de horas sociales tuvieron que donar pintura, ventiladores, mobiliario, computadoras y otros insumos a la misma universidad privada. Esto debe modificarse y al igual que el doctorado en Medicina y en Odontología, garantizarse que en efecto se realiza dicho servicio en las organizaciones, comunidades o instituciones que lo necesitan.

En mis tiempos de estudiantes en la UES muchos recibieron horas sociales con base al número de postes que derribaban o con base a su participación en marchas de protestas y en la lucha armada. Mientras a algunos nos ponían obstáculos, había quienes hacían “méritos” a través de la militancia partidaria.

La propuesta de ley también debe regular detalladamente todo lo que concierne al servicio social, respetando la autonomía universitaria, pero garantizando que la población obtendrá beneficios de la formación de los futuros profesionales.

Volviendo a lo del segundo idioma, a mí particularmente me agrada que se exija el dominio intermedio o total de otro idioma, pues eso mejora la formación profesional y mete a los profesionales salvadoreños en la aldea global, pues les abre un abanico de oportunidades de desarrollo y de inserción laboral mundial. Algunas universidades ya exigen ese nivel de conocimiento y a sus egresados les suele ir mejor.

No conozco a cabalidad la propuesta de Ley de Educación Superior, pero me parece que este punto en particular es atinado y debe aprobarse con el beneplácito de la comunidad universitaria salvadoreña. Vale la pena dominar otro idioma, personalmente recomiendo el inglés, pero los tiempos modernos y nuestro sistema geopolítico nos hacen ver el mandarín, el francés, el alemán y otros, como idiomas necesarios.

• Jaime Ulises Marinero es periodista