Las últimas dos campañas electorales han tenido el poder paralelo de las pandillas como protagonistas. Son el nuevo “poder fáctico”. Hagamos memoria:
En marzo de 2012, solo tres días antes de la elección legislativa, hubo un “traslado humanitario” de cabecillas de pandillas desde Zacatraz. Eso provocó la reducción drástica de homicidios. El Faro reveló entonces que había un acuerdo del Gobierno con los pandilleros y la famosa “tregua” se dio a conocer.
Yo estuve presente en una extraña reunión con medios que hizo el entonces ministro de Seguridad, David Munguía Payés. El funcionario justificó “el diálogo” y empezó a hablar lo que después sería ese discurso de “facilitador” de la tregua y usando cuidadosamente las preposiciones para no decir que la tregua era “con” sino “entre” las pandillas.
Ahora se revela que el diputado Ernesto Muyshondt, de ARENA, ha hecho algo similar, en la siguiente elección, para la segunda vuelta presidencial. Tener que hablar con las pandillas para permitir que los ciudadanos votaran y todo lo demás del vídeo.
La reflexión es que da tristeza cómo los funcionarios y diputados electos tienen que “pedir permiso” a las pandillas para poder ejercer derechos o cumplir con obligaciones del Estado.
Está claro que estos dos casos que ejemplifico, tenían componentes claros de cálculo electoral. En el caso de Munguía aún más grave puesto que era -y sigue siendo- funcionario y quería ventajas electorales. En el caso de Muyshondt porque era un candidato a diputado y quería que los dejaran votar.
En el fondo es el problema de ver la seguridad como un asunto electoral.