En mayo de 2020, Alberto compró una bicicleta, que en aquel entonces costó $18, y con el ingenio que caracteriza a los salvadoreños tomó un cajón de hierro y creó una canasta. Esta sería su herramienta para realizar los primeros viajes en el municipio de Quezaltepeque, La Libertad.
“Conseguí un cajón, se lo puse, y, así, de broma en broma, hice el machote, puse mi número y lo publiqué y yo dije: ‘Bueno, en el nombre de Dios, vamos a empezar’”, relata Alberto los inicios de su negocio.
Desde entonces, todas las mañanas se prepara con una actitud alegre y optimista para una jornada de trabajo que va de las 8:00 a.m. a las 11:00 p.m.
El salvadoreño asegura que la demanda tuvo un crecimiento natural, al igual que la preferencia de sus clientes, que van desde emprendimientos hasta el salvadoreño común que solo quiere enviar una encomienda. Los viajes se realizan no solo en su natal Quezaltepeque, también abarcan San Salvador e incluso Honduras.
Con el tiempo y con el esfuerzo de ahorrar por casi dos años, compró su primera motocicleta, una Skygo Motor 70 por $350, y recientemente adquirió una Freedom Colt motor 125, a $400.
Las motos permitieron ampliar su negocio a distintos rincones del país, desde Santa Ana a La Unión.
En ruta.
Uno de los viajes en bicicleta que más recuerda es cuando tuvo que pedalear por más de una hora un encargo de láminas de hierro en la parte trasera, maniobrando ágilmente por las calles de Quezaltepeque y exponiéndose a los peligros de la carretera hasta llegar a Galera Quemada, en Nejapa.El 23 de diciembre de 2022, realizó su viaje más largo que el salvadoreño califica como “el más bonito”. Se aventuró a llevar una caja con medicamentos y zapatos hasta el pueblo hondureño de Ocotepeque, partió a las 2:00 p.m. y regresó a su hogar hasta las 12:00 a.m.
En abril de 2023, Alberto sufrió un accidente que lastimó de manera considerable una de sus rodillas y tuvo que permanecer en reposo durante 30 días, un período en el cual no generó ingresos.
Sin embargo, no estuvo solo, varias manos solidarias surgieron de entre sus clientes, amigos cercanos y otros emprendimientos como, Panadería Morenita, Comedor Ebenezer y Servicios de Belleza Joha.
“Me echaron la mano con medicamentos, ayuda económica, víveres, estuvieron muy al pendiente de mí”, dijo Alberto.