Manuel Solórzano era un laico católico de 72 años residente de Aguilares, al norte de San Salvador, cuando fue asesinado junto al padre Rutilio Grande y Nelson Lemus, un joven de 16 años.

De Manuel se conoce muy poco, según algunos residentes en el casco urbano del pueblo no se conoce de familia del próximo beato; sin embargo, Carmen Moreno, dedicada a la costura desde muy joven, narró a Diario El Mundo las experiencias diarias de Solórzano, a quien considera entregado a la obra del padre Grande.



“Don Manuel y el padre Rutilio llegaban los días martes, me platicaba también bastantes cosas... don Manuel se entregó bastante a él. Él a mí nunca me platicó que tenía bastantes hijos, solo uno, que no lo conocía”.

Carmen explicó que Manuel era bien conocido en aquella época en Aguilares, él fue “tunquero” (vendía y criaba cerdos) durante su juventud, pero después se entregó a la iglesia, y acompañaba al padre Grande a predicar a los cantones, “él (Manuel) andaba con él (padre Rutilio), no se despegó ningún momento con él” señaló.

La caridad de Solórzano.

Moreno era la encargada de lavar y planchar la ropa de Solórzano, labor que esta costurera realizaba para sacar adelante a sus hijos, tras haber enviudado muy joven.

Por seis años, Manuel y Carmen fueron vecinos en un mesón ubicado cerca de la parroquia El Señor de las Misericordias, en Aguilares, que ahora es una escuela parroquial establecida en honor al padre Rutilio.

Don Manuel era un hombre de campo, un hombre que trabajaba con ganado, tenía una vida sencilla, serena y tranquila”. Héctor Figueroa, párroco Aguilares


Esta aguilarense de 86 años, reconoce que Solórzano pagaba aún más del pago que debía cancelar en aquel entonces por lavar y planchar la ropa.

“Antes 1.50 (de colón) le arreglaban la ropa, 1 colón, y a mí me daba él 10 colones para que le lavara, yo conviví bastante con don Manuel”, agregó.

Beatificacion-Rutilio-Grande

Moreno narra con mucha gracia como don Manuel le señalaba que ella “solo trabajando pasaba” y que no pensaba en Dios, a lo que ella procedía a decirle al padre Tilo (Rutilio Grande) cuando lo veía, que “don Manuel” la regañaba, “¡n’ombre! -me decía el padre- si vos tenés razón porque tenés muchos hijos y solo a vos te está costando, él porque no tiene hijos anda conmigo”, relató.

El párroco de Aguilares, Héctor Figueroa, recuerda que el futuro beato era un hombre de campo, sencillo y sereno, que le tenía cariño y respeto al padre Grande.

Don Manuel Solórzano era bien conocido mío, entonces él se entregó al par del padre, él era tunquero, después que salió de eso se metió a la iglesia y de ahí se hizo con el padre”. Carmen Moreno, aguilarense

El último día.

El último día que Moreno vio a Manuel fue el mismo día de su muerte, el 12 de marzo de 1977; ella recuerda que arreglaba una camisa cuando se despidió de ella.

“Yo estaba trabajando cuando pasó don Manuel y me dijo: ‘ya me voy, voy para El Paisnal. Y están unos cipotillos ahí que vienen del Tronador que se van a ir con nosotros”, recordó Moreno.

Don Manuel, Nelson y el padre Grande fueron asesinados ese día cuando se dirigían en un jeep hacia el municipio de El Paisnal, donde se celebraría una misa por las fiestas patronales de la localidad, el padre Rutilio Grande ya había sido amenazado de manera anónima.

Luego de su muerte, Moreno relató que fue una hermana de don Manuel la que retiró sus pertenencias del mesón donde vivía.