Para lograr resultados el CICR se guía por los principios de neutralidad, imparcialidad e independencia, en apego a su principio eje: la humanidad. Nuestro trabajo humanitario es un fin, no un medio; el comité no tiene la función de investigar, juzgar ni denunciar. Es parte de nuestro ADN ofrecer nuestro acompañamiento -tanto a autoridades como a víctimas de la violencia- sin tomar una posición a favor o en contra de la situación. Tampoco juzgamos las razones que originan la problemática, no nos involucramos en disputas políticas, religiosas, económicas o sociales. Todo ello con el único fin de “gozar de la confianza de todos”.
La neutralidad no significa que seamos indiferentes, pasivos o que nos mantengamos en silencio frente al sufrimiento humano. Actuar guiados por este principio nos permite acceder de forma segura a las poblaciones afectadas y refuerzan la eficacia de nuestra acción en favor de personas migrantes, retornadas, desplazadas por violencia, familiares de personas desaparecidas, privadas de libertad y a comunidades afectadas por violencia.
Por ejemplo, en El Salvador, sin nuestros principios, no hubiéramos podido acceder a las comunidades de Apopa donde tuvimos la oportunidad de cambiar vidas mejorando el acceso a salud, educación y brindando oportunidad de reconstrucción del tejido social y propiciando la organización comunitaria.
Tampoco hubiéramos podido asistir las necesidades de asistencia y protección de cientos de personas afectadas por la violencia durante este 2022. Escuchamos sus necesidades, estudiamos el contexto y respetamos las dinámicas; eso nos permitió realizar una labor humanitaria neutral, imparcial e independiente con cada población atendida.
El CICR está consciente de que esta no es una tarea sencilla, pero aspira a que su neutralidad sea aceptada y comprendida para poder brindar la asistencia y protección que alivian el sufrimiento de las personas afectadas. Esta forma de trabajo es un “ganar-ganar” para todos: gana el CICR -que puede alcanzar sus objetivos humanitarios- gana el Estado, al trabajar con una organización neutral e independiente que comparte observaciones de manera confidencial y brinda el acompañamiento técnico, y ganan las víctimas, quienes reciben una respuesta a largo plazo y de forma segura.
Las acciones del CICR en El Salvador han contribuido, sin duda alguna, a que la organización internacional se conocida y goce de un aceptable nivel de confianza por parte de sus interlocutores y beneficiarios. Sin embargo, esta confianza es frágil: percepciones erróneas, malentendidos y confusión con otros actores pueden destruir rápidamente lo ganado y poner en peligro la acción humanitaria del CICR.
Esto nos ha llevado a reforzar nuestras actividades de difusión de la contribución del CICR en El Salvador, sus principios y forma de trabajo. Por ejemplo, recientemente inauguramos una exposición fotográfica en el Museo de la Palabra y la Imagen que brinda un panorama de nuestros objetivos operacionales durante los últimos 10 años y nuestras acciones durante el conflicto armado interno que vivió el país entre 1980 y 1993. La muestra también es un retrato de la fidelidad que tenemos los trabajadores humanitarios de esta organización a nuestros principios fundamentales los cuales aplicamos con todas las personas con quienes trabajamos.
Termino agradeciendo a las víctimas que han depositado su confianza en el CICR para atender sus necesidades, así como a las autoridades que nos permiten asistirles. Esta década de trabajo es muestra fehaciente de nuestro interés en seguir atendiendo y dando respuesta a las necesidades de las personas afectadas por la violencia, escuchándolos y poniéndolos al centro de la su propia recuperación. Asimismo, a las autoridades a quienes acompañamos, les ratificamos que respetamos la soberanía de su país entendiendo su contexto, sus dinámicas, sus costumbres y sus formas de actuar. Trabajar para aliviar el sufrimiento humano y contribuir a garantizar una vida digna a las personas afectadas por situaciones de violencia armada es el corazón de la labor humanitaria del CICR y estamos conscientes de que esta década de trabajo humanitario en El Salvador no habría sido posible sin la guía de los principios fundamentales que rigen la labor del comité y el resto de los miembros del Movimiento Internacional de la Cruz Roja.