"¡No dejes que te domine!", dice salvadoreño en recorrido mundial en bicicleta
Domingo 03, Noviembre 2024 - 4:00 AM
"Nuestros dedos estaban congelados, al igual que la Nutella, la cuchara de madera que me habían regalado en Siberia se quebró", relata el salvadoreño Chepe Ruiz uno de sus días más duros antes de la llegada a la capital de Mongolia.
El recorrido hacia la capital de Mongolia ha sido uno de los mayores desafíos para el salvadoreño José "Chepe” Ruiz en su viaje por el mundo que, en una bicicleta japonesa de los años ochentas, realiza junto a la holandesa Marica van der Meer.
Actualmente, la pareja se encuentra en Ulán Bator, capital de Mongolia. Ellos empezaron su viaje en Holanda y se dirigen a Japón. Desde ahí, esperan tomar un barco hacia México y recorrer América de norte a sur, para tomar un barco hacia África y retornar a Europa, pasando durante todo el recorrido por más de 30 países. Mongolia fue uno sus destinos mayor soñados. Pero la llegada a Ulán Bator no fue tan fácil.
Al ingresar hacia la capital de Mongolia, Chepe Ruiz pedaleaba diariamente de 110 hasta 130 kilómetros en su bicicleta, mientras esperaba su reencuentro con su compañera Marica van der Meer, quien se había ido por China. Ambos ciclistas, salvadoreño y holandesa, llevan ya más de 14,000 kilómetros recorridos y esta vez habían tenido que separarse unos días, debido a los tiempos de las visas –no siempre acordes– que les permiten sus respectivas nacionalidades.
"Ayer avancé 130 kilómetros, pasé dos montañas, sentía que me moría, jaja... El próximo lugar donde puedo conseguir agua está a 54 kilómetros y tengo la mitad de la botella, ni modo, hay que darle, esa es la adrenalina”, se ríe con el humor y el optimismo que lo caracteriza.
Los trayectos camino a la capital de Mongolia, Ulán Bator, ahora han sido obligatoriamente largos. "Cuando comenzamos en Europa comenzamos muy light”, comenta minutos después de desayunar un poquito de leche en polvo, frutas secas y pan desecho. "De ahí no tengo nada, solo tengo un bote de Nutella, pan duro, quiero llegar, espero que no se me arruine la bici, nos toca otro techo más duro, pero ahí es donde está toda la emoción”, relata a Diario El Mundo en notas de voz, mientras levanta su tienda de campaña.
Pasaron los días pedaleando. El 18 de octubre pasado, Chepe Ruiz compartió el momento más extremo de su viaje.
"Hoy nos tocó un día tan duro, tan extremo, estamos acampando un vagón en medio de la nada, solo la calle, 11 grados bajo cero, tus dedos quedan rectos del frío, es mucho dolor, hicimos 92 kilómetros”, relató en un mensaje de voz.
Sobre ese día, Chepe Ruiz escribió su propio relato:
"Amanecimos detrás de un contenedor que habían dejado a un lado de la carretera, dormimos ahí porque era lo único que encontramos que nos protegiera del viento. desarmamos nuestro campamento de prisa y seguimos rumbo al Este. El viento empezó a soplar fuerte, agresivo, pero fuimos avanzando despacio, en estos casos, yo me pongo al frente para cortar un poco la fuerza del viento a Marica.
A los 20 kilómetros, paramos en un puente para una pausa. Bajamos del puente para escapar del viento. Apenas empezábamos a comernos una galleta cuando vimos mi bicicleta rodar hacia abajo, las alforjas se desprendieron y mis cosas pequeñas quedaron dispersas. Levanté la bicicleta y recogimos de prisa todo. Me enteré que los sujetadores de una alforja estaban rotos. La amarramos con una cuerda y continuamos.
Eran las 4 de la tarde y no habíamos almorzado porque no había dónde cubrirnos del viento. Exhaustos, logramos subir una loma y lo único que encontramos fue un letrero donde pudimos colocar nuestras bicicletas.
Era imposible cocinar agua con ese clima. Marica sacó los bizcochos y la Nutella. Se desmoronó detrás de su bicicleta, recostada en la alforja y empezó a llorar.
Yo traté de hablarle, pero no pude porque mi mandíbula estaba congelada, la abracé y con esfuerzo le dije:
"No dejes... que... te domine, ¡no dejes que te domine!”.
Nuestros dedos estaban congelados, al igual que la Nutella, la cuchara de madera que me habían regalado en Siberia se quebró. Logramos pedalear otros 20 kilómetros y encontramos otro sitio donde acampar cubiertos del viento que nunca cesó.
Cenamos una sopa instantánea y nos metimos en nuestras bolsas de dormir. Después, hablamos un rato, recordando a los tres ciclistas que habíamos encontrado en el camino y que prefirieron tomar el autobús porque no aguantaron el clima. Antes de dormir, tomamos un té con unos chocolates y reímos.
Este día nos gusto mucho."