“Escuché que estamos en el mismo barco, pero ¡no es así! Estamos en la misma tempestad, pero no en el mismo barco: tu barco puede naufragar y el mío no, y viceversa. Para algunos, la cuarentena está óptima: momento de reflexión, de reconexión; en chanclas, con un whisky o un té. Para otros, esto es una crisis desesperante. Para algunos, hay paz, tiempo de descanso, vacaciones. Para otros, una tortura: ¿Cómo voy a pagar mis cuentas?
Mientras unos están ocupados en elegir una marca de chocolate para pascuas. Otros están preocupados por el pan para el final de semana, si los fideos alcanzan para unos días más. Algunos están en el home office de su casa del country. Otros compatriotas están revolviendo basura para sobrevivir. Algunos quieren volver a trabajar porque se les está terminando el dinero. Otros quieren matar a aquellos que rompen la cuarentena. Algunos necesitan romper la cuarentena para hacer fila en los bancos. Otros critican al gobierno por las colas en los bancos.
Unos tienen fe en Dios y esperan milagros durante este 2020. Otros dicen que lo peor está por venir. Entonces, amigos, ¡no estamos en el mismo barco! Estamos pasando un momento en el cual nuestras percepciones y necesidades, son completamente distintas; y cada cual, saldrá a su manera, de esa tempestad: Algunos, con el bronceado de la piscina; otros con cicatrices en el alma. Por tales motivos evidentes (y por otros invisibles) Es muy importante ver más allá de la primera vista. No solo mirar, más que mirar, ver. Ver más allá de partido político, más allá de la religión, más allá del propio ombligo”.
No menosprecies el dolor del otro si tú no lo sientes. No juzgues la buena vida del otro, no condenes la mala vida del otro. Simplemente nadie es juez. No juzguemos tanto a aquel que le falta, como al que le sobra. Estamos en barcos distintos. Cada cual que navegue su ruta con respeto y dignidad... Esta reflexión debería apelar a los sentimientos de cada salvadoreño, sobre todo porque tenemos tres grandes problemas, nos resentimos con facilidad, no acatamos las reglas y somos tercos, es decir no hacemos caso a nada, en este sentido encuentra eco las medidas preventivas que ha promovido muy atinadamente el Gobierno Central.
El Señor Jesucristo, lo enseñó de esta forma “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). En consecuencia, es importante que tanto la Asamblea Legislativa, como el Órgano Ejecutivo, se puedan poner de acuerdo, para construir un decreto de emergencia nacional balanceado, con una cuarentena focalizada y una reactivación paulatina del sector productivo, que tenga a la base el distanciamiento social y medidas sanitarias.
Ya que, al darle supra énfasis a la prevención del coronavirus, descuidando el sustento de millones de familias salvadoreñas, supone una estrategia excluyente y sin una base técnica que acredite que sectores de la sociedad si pueden trabajar y cuales no lo pueden hacer, por ello es fundamental que se reactive la economía, permitiendo al sector informal, a la micro empresa, al artesano, el vendedor ambulante, volver a ganarse el dinero para el sustento de sus familias, guardando las medidas sanitarias pertinente y el distanciamiento social, ya que no se puede desligar la salud de los alimentos, dado que ambos deben coexistir para que la vida continúe.
En conclusión, utilizar el terror como único mecanismo para detener la economía, no es prudente, ya que no es lo mismo decir “quédate en casa” desde un escritorio y con un salario arriba de los $ 5,000, donde se tiene resuelta la vida financieramente versus aquel salvadoreño que no tiene agua potable, que carece de alimentos y tiene deudas que pagar, por ello he insistido que se debe hacer un equilibrio entre prevención y productividad, he propuesto al Presidente que elija las mejores mentes del país, para diseñar el mejor plan, para no descuidar al sector informal.