El calvario de Lisseth, quien labora como promotora de salud en uno de los departamentos de la zona central, comenzó el 8 de junio cuando se fue al Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) a pasar consulta. El médico le dijo que tenía faringitis, le recetó ibuprofeno, loratadina y le extendió incapacidad de ocho días.
“Pero ese día, como a las 10:00 de la noche, yo me sentía demasiado mal, tenía la temperatura de 38 que no me bajaba, un dolor de cabeza horrible y me dijo mi jefe inmediato que me escuchaba mal y en realidad me sentí muy mal”, recuerda.
Asegura que tuvo temperatura de 38 grados durante tres días, debilidad, dolor de cabeza, dolor de cuerpo, sentía los ojos pesados y no podía ni levantarse de la cama durante su aislamiento domiciliar.
“Pasé tres días en los que era una agonía sentir todo eso, porque son cambios bien diferentes a los que uno está acostumbrado a sentir cuando le da una gripe”, señala.
Detalla que sus jefes estuvieron pendientes de su situación y al escucharla mal por teléfono decidieron llegar a tomarle la prueba el 11 de junio, cinco días después supo su resultado.
“La verdad que se siente bastante impactante, porque en ese momento empecé a sentir que me faltaba la respiración, me sentía angustiada, me preguntaba qué voy a hacer, qué va a pasar, pensando si iba a empeorar”, precisa.
Su voz se raja con rapidez al recordar el momento más crítico de la enfermedad, sus frases se cortan por las lágrimas y el dolor aflora en sus palabras: “Pensaba en mi hijo, porque cuando ya se tiene la noticia uno ya no piensa en lo que la gente va a decir, sino en su familia”. Se calla por un momento, suspira hondo mientras tanto y ya recompuesta habla de nuevo.
“Mi esposo entraba con su protección a revisarme, porque yo no me podía ni levantar de la cama. Cuando fui al Seguro solo me dejaron ibuprofeno y loratadina, entonces, el médico de la Unidad de Salud me preguntó ‘qué está tomando’, le comenté y entonces me dijo que empezara a tomar paracetamol y tres tazas de té al día preparados con limón, miel y eucalipto. Gracias a Dios yo sentí que el paracetamol cada seis horas y los tés me ayudaron muchísimo”, sostiene.
Con el paso de los días perdió el sentido del gusto, bajó la fiebre pero se mantuvo el intenso dolor de cabeza; de hecho, la migraña cedió hasta la semana anterior.
“Ahora le doy gracias a Dios, porque él me ayudó bastante, tanto como mi familia y las personas que estuvieron pendientes, mis amigos, conocidos y dos vecinas que tengo que me trajeron alimentos, les agradezco mucho. No faltó quien me discriminara, aun no sabiendo que yo era positiva, solo por mi trabajo”, reflexiona.
Lisseth sostiene que se puede salir delante de esa prueba. Como ella, hay más de 3, 000 personas que se han recuperado de COVID-19, algunos ya han retomado sus labores, ella lo hará mañana, tras haber sorteado el dolor de “esa agonía”.