Se dice que para perder una democracia no se debe actuar de la noche a la mañana. Es más parecido a quedarse dormido con la ventana abierta mientras una tormenta avanza lentamente: cuando despiertas, ya no sabes en qué momento el viento arrancó las cortinas.
La escritora turca Ece Temelkuran (2019) advirtió que los regímenes autoritarios modernos no llegan con tanques, sino con aplausos, planteó una serie de pasos para establecer una dictadura con aplausos. Desde entonces, muchos han aprendido que destruir la democracia no es un golpe, sino un proceso metódico, casi pedagógico. Por lo que es pertinente analizar los siete pasos invisibles para instalar un autoritarismo cotidiano, con sonrisas y “memes”.
Paso 1. Construye un movimiento
Comienza por convencer a todos de que tú no eres un político, sino un salvador, una “golondrina” incapaz de hacer verano por sí sola, pero que con el apoyo de todos, te convertirás en el mejor gobernante. Diles a todos que vienes del pueblo y que lo que haces no es política, sino “limpiar la casa” con un genuino sentido de transformar al país. Es necesario convertir el desencanto y la decepción provocada por “los mismos de siempre” en una devoción: que cada crítica a tu poder suene como una traición al país, como aquellos que quieren el mal y volver al pasado. Puesto que las instituciones serán tus primeras víctimas, asegúrate de llamarlas “viejas”, “corruptas” u “obsoletas”, y el público pedirá su intervención o demolición .
Paso 2. Deforma el lenguaje
La gente te apoya y te ama y esta susceptible a apoyar ciegamente tus iniciativas, en este momento debes romper el sentido común. Cambia las palabras hasta que dejen de significar lo que significaban. Llama “reformas” a los golpes institucionales o “modernización” a la censura ala falta de transparencia y “voluntad popular” a tu propio deseo materializado en leyes que tus legisladores aprueban sin cuestionar. Conviértete en “verbo”. Usa el sarcasmo como escudo, la burla como espada. Que nadie entienda exactamente qué está pasando, pero que todos crean que tú sabes lo que haces y que eso, es lo mejor para todos.
Paso 3. Exalta la emoción, desprecia la verdad
No necesitas datos, solo historias que conmuevan. Usa a tus mercenarios con títulos universitarios y “expertos” para que respalden tus propuestas y que repitan mil veces como una caja de resonancia el mismo discurso aunque éste carezca de fundamento. Sustituye la verificación por el fervor. Todo el mundo está saturado de información, el ciudadano cansado preferirá tu relato antes que leer una estadística. Haz que la mentira parezca sincera y que la verdad suene arrogante. La posverdad no es una herramienta: es un perfume, y debe impregnarlo todo.
Paso 4. Vacía los contrapesos
Las democracias se sostienen con frenos. Pero eso quita tiempo, y limita tu forma de resolver los problemas del país; basta con llamar “enemigos” a quienes frenan tus iniciativas, a quienes exigen transparencia, a quienes denuncian la corrupción y a quienes exigen derechos. Cambia jueces, legisla deprisa, reforma la constitución, nombra aliados en los órganos de control y cambia las reglas a tu conveniencia. Luego proclama que lo haces por la eficiencia, por el bien del pueblo. La democracia es lenta; el autoritarismo, eficaz. Y todos aman lo eficaz. La gente quiere problemas resueltos, no libertad.
Paso 5. Crea al ciudadano ideal
Las democracias toleran la disidencia; tu nuevo “modelo” no. Diseña un ciudadano obediente, alegre, que repita tus consignas. Comienza en las escuelas, invade las redes sociales. Divide al país entre “los que creen” y “los que estorban”. Repite que la unidad es la salvación, pero únicamente bajo tu liderazgo. Todos los demás; los críticos, los periodistas, las organizaciones sociales, los defesores de derechos o los que preguntan demasiado… ellos ya no serán parte del pueblo, sino su amenaza. Los “otros” son el enemigo.
Paso 6. Convierte el horror en rutina
Cuando encierres, acuses, detengas, censures o humilles, asegúrate de que el público se ría. Y que tu error nunca sea percibido, La dureza de tu régimen debe ser capaz de ordenar sin aplicar fuerza para todos, solo a aquellos que seran “ejemplificantes”. Que el miedo sea chiste, que el abuso sea “meme”. La risa es el mejor sedante cívico: cuando el horror provoca carcajadas, ya nadie siente vergüenza. Poco a poco, el ciudadano aprenderá a no mirar, a no preguntar, a no recordar y a no criticar. Así se domestica una sociedad: con humor.
Paso 7. Construye tu propio país
Una vez cumplidos los pasos anteriores, el país dejará de ser plural, ya no tienes oposición. Las decisiones ya no serán de todos, sino tuyas. Podrás rediseñar la historia, los símbolos, incluso el sentido de la libertad. Los que no encajen emigrarán o callarán. El silencio será la prueba de tu éxito: no porque todos estén felices, sino porque ya no quedarán palabras para decir lo contrario.
Epílogo para quienes aún dudan
Seguir estos pasos no requiere maldad, solo convicción. Todo puede hacerse en nombre del bien, de la seguridad, del progreso. Así se pierden las democracias: aplaudiendo. Si al leer esto sientes un leve escalofrío, es posible que aún estés a tiempo, y si estás de acuerdo con todo pues ya no hay mas que decir. Pero cuidado: el viento ya se ha levantado, y la ventana sigue abierta.